Nicaragua/ La izquierda latinoamericana da la espalda a la dictadura de Ortega. [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 18 00:06:24 UYT 2023


  _____

Correspondencia de Prensa

18 de marzo 2023

 <https://correspondenciadeprensa.com/> https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

 <mailto:germain en montevideo.com.uy> germain en montevideo.com.uy

  _____



Nicaragua



La izquierda latinoamericana da la espalda a Daniel Ortega



El Gobierno de Ortega no asiste a cumbres ni reuniones regionales, ninguna
fuerza política lo respalda públicamente y la izquierda latinoamericana se
ha distanciado. Comprender las razones de esta deriva es una tarea compleja.



Raúl Zibechi

Público, 15-3-2023

https://www.publico.es/



"Me parece peligroso que se asocie el pensamiento de izquierda con el
régimen de Ortega porque es abrazarte a un monstruo y hundirte con él",
sentencia Gregory Randall, ingeniero y profesor universitario en Montevideo.
Asegura en una entrevista para este reportaje que no denunciar al régimen
Ortega-Murillo desde la izquierda tendrá un efecto de "catástrofe moral,
como en su momento la no denuncia de los crímenes del estalinismo significó
un desastre para el comunismo, que nos afecta hasta hoy".



Hijo de Margaret Randall, destacada feminista solidaria con la revolución
sandinista en la década de 1980, Gregory fue uno de los dos redactores del
manifiesto Nicaragua, otro zarpazo y… ¿otro silencio?, que en junio de 2021
denunció al régimen de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, con la
rúbrica de personalidades como José Mujica, Lucía Topolansky, William I.
Robinson y Elena Poniatowska.



La dictadura está tan aislada en el plano internacional como entre la
izquierda continental, al punto que la mayoría de los partidos y movimientos
sociales la condenan o evitan pronunciarse; y apenas un puñado mantienen su
respaldo al régimen. La percepción sobre lo que sucede en Nicaragua ha ido
cambiando lentamente en las últimas décadas, según se han ido superando los
lazos históricos y emocionales, prevaleciendo los valores propios de la
izquierda contra el autoritarismo.



En la séptima cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(Celac), celebrada el 24 de enero pasado en Buenos Aires, ningún gobierno de
los 33 países que la integran apoyó explícitamente a los Ortega-Murillo. El
aislamiento internacional fue tan evidente que el presidente de Nicaragua
decidió no asistir a la cumbre, pese a que la presencia del recién electo
presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, otorgaba un carácter
especial al encuentro. En su lugar, asistió el canciller, Denis Moncada
Colindres.



En dicha cumbre el presidente de Chile, Gabriel Boric, pidió la liberación
de los presos políticos y condenó los atropellos a los derechos humanos,
"independientemente del signo político de quien gobierne". Varios gobiernos
progresistas ofrecieron la ciudadanía a los nicaragüenses que los Ortega-
Murillo les arrebataron entre ellos, Argentina, Chile y México. Casi
inmediatamente después lo hizo el Gobierno colombiano de Gustavo Petro.
Aunque Lula no se pronunció, su canciller, Mauro Viera, consideró a Ortega
un dictador y anunció que el Planalto tomaría distancias



En los dieciséis años transcurridos desde que asumió su segunda presidencia,
Daniel Ortega sufre mayor soledad que cualquier otro gobierno de la región.
Aunque los grandes medios y la derecha continental intentan colocar a
Venezuela y Cuba en el mismo renglón de Nicaragua, la situación es
completamente diferente. La izquierda latinoamericana ya está tomando
partido frente al régimen autoritario de Nicaragua, mantiene reservas sobre
Venezuela y sostiene su histórico apoyo a Cuba.



En las izquierdas y en los movimientos sociales, abundan las declaraciones
de solidaridad con Cuba y emiten también señales de respaldo a Venezuela,
dos países que sufren un verdadero bloqueo y presión política de Estados
Unidos. Nicaragua, sin embargo, recibe el respaldo explícito de organismos
financieros alineados con Washington, como el Fondo Monetario Internacional
(FMI).



Las críticas al Gobierno de Ortega se han extendido desde los pequeños
núcleos iniciales hasta el masivo y contundente rechazo actual. En ese
cambio, jugó un papel decisivo la revuelta popular de 2018, que a través de
la represión mostró la cara más sangrienta del régimen. Pero también el
permanente alineamiento con Estados Unidos y el gran empresariado debilitó
la imagen del presidente, al neutralizar el discurso antiimperialista con el
cual pretende enmascarar una realidad marcada por la corrupción y la
represión. El encarcelamiento de opositores y las duras condiciones de
reclusión terminaron por convencer a muchas izquierdas de que el Gobierno



Ortega-Murillo es una dictadura.



En junio de 2008, año y medio después de alzarse con el poder el binomio
Ortega-Murillo, personalidades como Eduardo Galeano, Noam Chomsky, Ariel
Dorfman, Salman Rushdie, Juan Gelman, Tom Hayden, Bianca Jagger y Mario
Benedetti, entre otros, firmaron un mensaje titulado 'Dora María merece ser
escuchada'. La excomandanta Dora María Téllez, expulsada del país y
despojada de su nacionalidad el 9 de febrero de 2023, realizaba entonces una
huelga de hambre para impedir que le quitaran de forma arbitraria la
personalidad jurídica al partido que había fundado, el Movimiento de
Renovación Sandinista (MRS).



Quienes se habían destacado por su apoyo a la Revolución Sandinista, en
pleno acoso de Estados Unidos, en 2008, reclamaban "que no se cerrasen los
espacios políticos y que hubiera un diálogo nacional para resolver la crisis
alimentaria y el alto costo de la vida, que, como muchos países, enfrentaba
Nicaragua. Ninguna de estas demandas es irracional y un gobierno que quiera
el apoyo popular debe responderlas", según aquella acción.



Téllez denunciaba ya entonces que Ortega estaba instalando en Nicaragua una
"dictadura institucional", y el tiempo le dio la razón. El régimen había
copado las principales instituciones, como señaló Vilma Núñez, presidenta
del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), y a través de ellas
ejercía su poder absoluto: "La dictadura institucional se está ejerciendo a
través del funcionamiento amañado, inadecuado, de las instituciones del
Estado, fundamentalmente del Poder Judicial, de un Poder Electoral que
trabaja en función de quién debe ganar o perder las elecciones, de una
Contraloría General de la República que se hace la disimulada o da
respuestas tardías".



Una dictadura que Núñez considera hija del pacto Ortega-Alemán, que ya
cumplía una década. Cuando el Consejo Superior Electoral (CSE) decidió
cancelar la personería del MRS, en plena huelga de hambre de Dora María, el
derechista expresidente Arnoldo Alemán (1997-2002) apoyó al Gobierno, al
igual que el cardenal Obando, otrora furibundo antisandinista.



Una de las primeras y más contundentes voces que, desde la izquierda, se
plantaron contra al régimen fue la del uruguayo José Mujica, el 17 de julio
de 2018, en una intervención en el Senado. "Me siento mal… siento que algo
que fue un sueño se desvía, cae en la autocracia, y entiendo que quienes
ayer fueron revolucionarios, perdieron el sentido (…). En la vida, hay
momentos en que hay que decir, me voy", expresó un indignado Mujica sobre
los más de 300 asesinatos con los que el régimen de Ortega aplastó la
revuelta. Su voz tiene el suficiente prestigio como para que nadie pudiera
pasarla por alto, ni acusarlo de estar al servicio de la derecha y del
imperialismo, como suelen hacer los defensores de la dictadura.



De la crítica al repudio



Aquel manifiesto de 2021 comienza con una frase demoledora: "Es difícil
saber si Daniel Ortega se enfermó por el poder, está enfermo por mantener el
poder o ambas cosas". Y continúa: es "un presidente autócrata y autoritario,
aliado hasta hace poco a las grandes fortunas (Consejo Superior de la
Empresa Privada mediante), capaz de reprimir sin piedad a su pueblo, junto
con el cual no supo, no quiso o no pudo construir calidad de vida ni una
institucionalidad democrática, transparente, que le permitiera realizar, en
libertad, pacíficamente, su destino".



El manifiesto denuncia el enriquecimiento ilícito de Ortega desde 1990 y,
sobre todo, desde 2007, "en una fórmula cuyo candidato a la Vicepresidencia
era un banquero vinculado a la Contra", a los pactos con la derecha y a la
persecución de antiguos sandinistas. Destaca el "cruel hostigamiento al
poeta y sacerdote Ernesto Cardenal". El documento hace un recuento de
sucesos hasta desembocar en las protestas de 2018. Esta carta fue la
respuesta al encarcelamiento de cuatro precandidatos presidenciales y
sandinistas, como Hugo Torres, Víctor Hugo Tinoco, Ana Margarita Vijil y
Téllez.



El documento concluye apuntando contra quienes callan. "Deben preguntarse
cuánto contribuyó su silencio –sin quererlo- a la soberbia y la impunidad
con las que el orteguismo protagoniza una nueva satrapía y cuánto mal le
hace este silencio a la conciencia humanitaria que tanto necesitamos para
contribuir a un mundo más justo, libre y fraterno".



Una de las firmantes, Lucía Topolansky, estuvo doce años presa en Uruguay,
como su pareja, José Mujica, y los demás dirigentes tupamaros, en pésimas
condiciones, aislados y confinados en aljibes sin ver la luz. Al ser
consultada para este reportaje, se mostró apesadumbrada por "lo que está
pasando en Nicaragua" y aseguró que se trata de "un régimen que está lejos
del sandinismo". Recordó que la Revolución Sandinista "fue un proceso muy
prolijo", que entregó el gobierno cuando perdió las elecciones (1990) y
luego volvió a ganar por la vía electoral (2007), "pero ahí -se lamenta-
empezó a distorsionarse y cayó en una especie de pantano".



El director de la edición colombiana de Le Monde Diplomatique, Carlos
Gutiérrez, afirma que las elecciones periódicas que se celebran en Nicaragua
son "un rito al que se acomodan todos los gobiernos para indicar que
supuestamente no son dictaduras", pero advierte de que "el control social es
cada vez más grosero, abierto, con niveles de violencia que coartan a todos
aquellos que le disputan el control del aparato gubernamental, lo que se
conoce como oposición".



Sobre los silencios de una parte de la izquierda y de los progresismos,
destacó dos situaciones diferentes. "Una es el comportamiento de ciertos
países por conveniencia geopolítica que terminan defendiendo lo indefendible
por pragmatismo, pero con el agravante de que eso despolitiza a su propia
población". Por otro lado, están los movimientos sociales que "consideran
que todo aquel que denuncia a los Estados Unidos es antiimperialista", lo
que Gutiérrez califica de "infantil" porque son declaraciones vacías, y en
los hechos estos gobiernos son "fieles en el cumplimiento de las agendas
trazadas por el FMI, el Banco Mundial, la aplicación del neoliberalismo con
expresiones claras en el extractivismo".



El editor reconoce que existe un legado histórico que tiene enorme peso en
estas actitudes, como la falta de claridad sobre la historia de la Unión
Soviética y del estalinismo, "para el cual el poder se defiende de cualquier
manera, sin reparos éticos y políticos". Recordó la novela El otoño del
patriarca, de su coterráneo Gabriel García Márquez, en la que los rebeldes
"terminan como el dictador contra el que se levantaron". Sobre Ortega y
Murillo advierte: "Terminarán sus días muertos de vejez en sus poltronas o
padecerán el odio de sus pueblos, que los destituirán. Lo seguro es que
pasarán a la historia con la deshonra de lo que son y han hecho contra la
dignidad humana y la vida digna de sus pueblos".



Mirar hacia adelante o hacia el costado



Sin pretender establecer un patrón de comportamiento, quienes condenan al
régimen Ortega-Murillo en Latinoamérica desde la izquierda hacen referencia,
en primer lugar, a los derechos humanos y, en segundo, muestran su
preocupación por el legado del régimen para el progresismo y el pensamiento
crítico. Estos factores ponen contra las cuerdas a muchas personas a la hora
de tomar partido, según ha quedado de manifiesto durante la elaboración de
este reportaje. Por un lado, el discurso orteguista que cultiva el
imaginario sandinista. Pero sobre todo el temor a favorecer la política de
Estados Unidos en su patio trasero, ya que la Casa Blanca auspicia desde
2018 un cambio de régimen esperando que la derecha se haga con el poder.



En este sentido, el teólogo de la liberación Leonardo Boff confiesa a través
de su compañera, Márcia Monteiro, que el tema de Nicaragua es complejo y que
no está muy al tanto. Al pedirles a ambos su opinión para este reportaje,
agregaron que "es difícil no criticar a un gobierno autoritario, pero
tampoco está bien debilitar una acción antiimperialista en Centroamérica".
Consideran que "cualquier frase descuidada puede tener un impacto que puede
perjudicar al pueblo nicaragüense".



Sin embargo, durante la represión de 2018, Boff pidió al Gobierno de Ortega
que "parara de matar" jóvenes y se mostró "perplejo" porque quien había
liberado Nicaragua "pudiera imitar las prácticas de dictador", en referencia
a Somoza.



En un sentido similar se expresó Joao Pedro Stédile, coordinador del
Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST), el principal movimiento social
de Brasil y el más grande de América Latina. "Lo lamento, pero hace tiempo
que no acompaño la coyuntura de América Central". Esta fue su breve
explicación para descartar la posibilidad de una entrevista formal. Stédile
había compartido espacio con Ortega durante el homenaje a Hugo Chávez en
Caracas, donde los movimientos sociales del ALBA mostraron interés en
incluir al régimen de Ortega entre los gobiernos progresistas. Ante esta
posibilidad, la excomandanta sandinista Mónica Baltodano envió una carta a
Stédile, el 4 de marzo: "¿No se dan cuenta de que Ortega, y su gobierno, es
un desprestigio para la izquierda? Es la antítesis de la lucha contra los
nuevos colonialismos, la defensa de los pueblos indígenas, de los derechos
campesinos, de los derechos de la madre tierra, de las mujeres", le
escribió.



El filósofo argentino Miguel Benasayag, preso político durante la dictadura
militar y luego exiliado en París, fue consultado sobre las dificultades que
tiene la izquierda a la hora de posicionarse de forma clara ante la realidad
de Nicaragua. "La izquierda tiene muchos problemas para no perder el
objetivo central, que es la emancipación y la justicia social, y lo pierde
sistemáticamente apuntando a la estructura, a los tótem, siempre con ese
miedo de que si se dicen verdades factuales las van a aprovechar los otros",
explicó para este reportaje.



"La izquierda tiene miedo al pensamiento, a mirar los hechos concretos", y
advirtió de que se trata del "lado religioso de la izquierda". En su
opinión, este comportamiento "es un cáncer para los pueblos, porque hoy no
hay nada para rescatar de la Nicaragua de Ortega".



Consultada sobre su posición, la feminista argentina Rita Segato nos remitió
a una conferencia pronunciada el 24 de octubre de 2021, porque allí –dijo-
pudo hacer un análisis detallado. La parte central de su intervención estuvo
dedicada al caso de Zoilamérica Narváez (hijastra de Ortega y quien le
denunció por abusos sexuales), pero aclaró que no se trata sólo de una
persona sino de la estructura de poder que está detrás: "Patriarcado,
colonialidad, pedagogía de la crueldad, cosificación de la vida y
extractivismo de la naturaleza y de los cuerpos de las mujeres, son la
ecuación perfecta del poder". De ese modo, sugiere un hilo entre el modelo
de poder orteguista y los sufrimientos actuales de la sociedad nicaragüense,
y nos recuerda que las feministas jugaron un papel destacado en el
aislamiento del régimen desde mucho tiempo atrás.



Segato formuló una autocrítica porque demoró diez años en leer la
carta-denuncia de Zoilamérica, actitud por la que ahora siente "culpa y
vergüenza", pero observa que es algo muy frecuente cuando se trata de
denunciar a las personas que forman parte de "nuestro lado en la política".



Eligió un párrafo de la carta-denuncia que contribuye a comprender al
régimen, y que podría ser suscrita por una parte considerable de la sociedad
nica: "Fui sometida a una prisión desde la propia casa donde reside la
familia Ortega-Murillo, a un régimen de cautiverio, persecución, espionaje y
acecho con la finalidad de lacerar mi cuerpo y mi integridad moral y física.
Daniel Ortega desde el poder, sus aparatos de seguridad y recursos
disponibles, se aseguró durante dos décadas a una víctima sometida a sus
designios".



Un abuso de poder que hoy están sufriendo siete millones de personas en una
cárcel-nación llamada Nicaragua.



(Este reportaje forma parte de 'Nicaragua: Sueños Robados', un proyecto de
periodismo colaborativo y coordinado por la alianza de medios Otras Miradas,
con la colaboración de Desinformémonos, de México; los nicaragüenses
Divergentes, Despacho 505 y Expediente Público; Agencia Ocote, de Guatemala;
y Público, de España).

  _____





--
Este correo electrónico ha sido analizado en busca de virus por el software antivirus de Avast.
www.avast.com

------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20230318/3c3b8a98/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa