Ecología política/ Trabajo y ambiente: la explotación de la naturaleza y la explotación de los trabajadores. [Eduardo Gudynas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Mayo 4 00:10:13 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

4 de mayo 2023

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Ecología política



Trabajo y ambiente: la explotación de la naturaleza y la explotación de los
trabajadores



Eduardo Gudynas *

Desde Abajo, 3-5-2023

https://www.desdeabajo.info/



El primer día del mes de Mayo está dedicado a celebrar el día de los
trabajadores y las trabajadoras en casi todo el mundo. Desde cualquier
perspectiva de la ecología política el trabajo tiene una enorme relevancia,
aunque, sin embargo, los abordajes desde las prácticas o las teorías no son
sencillos ni tan numerosos como debería esperarse.



Es muy posible que esto se deba a que el encuentro de la temática del
trabajo con la ambiental encierre muchas tensiones y contradicciones. Son
varios los grupos locales que al denunciar o resistirse a los impactos
ambientales, también deben lidiar con representantes sindicales que
defienden los emprendimientos que los causan. A su vez, en varias
organizaciones gremiales se escuchan voces que consideran que las demandas
ambientales atentan contra el mandato de “defender las fuentes de empleo” y
solamente serían una mala moda copiada del norte pero aún inaplicable en los
países del sur. Estas idas y venidas, con sus acercamientos y sus
desencuentros, alimentan la imagen de que persiste una brecha entre el mundo
del trabajo y la protección ambiental.



Sin dejar de reconocer esas dificultades, es evidente que la ecología
política debe atender la problemática del empleo y la situación de los
trabajadores y trabajadoras. Al mismo tiempo, las alternativas de cambio
comprometidas con el ambiente deben incorporar al mundo del trabajo.



Empleo, ambiente y desarrollo



En América Latina, como en otras regiones, distintas actividades de muy alto
impacto ambiental, desde algunos emplazamientos fabriles en ciudades a los
extractivismos mineros y petroleros, han sido justificados, entre otras
razones, por generar empleo. A su vez, ese conjunto de actividades integran
lo que se entiende como necesario e indispensable para asegurar el
crecimiento económico, lo que es la meta principal en las variedades de
desarrollo convencionales.



En realidad, son estrategias que tienen muy dudosos beneficios económicos,
producen muchos impactos sociales y ambientales, proporcionalmente generan
poco empleo (como es evidente en los sectores petroleros y mineros), y
además, sus trabajadores sufren más riesgos y más contaminación. Pero a
pesar de todas esas contradicciones, se mantienen los discursos que
apuntalan esos desarrollos.



Al examinar esta problemática desde la ecología política, y en particular
desde América Latina, inmediatamente se recuerda la figura de André Gorz, el
pseudónimo por el cual se conoció al austríaco-francés Gerhart Hirsch
(1923-2007). Gorz fue un temprano y agudo analista de la problemática del
trabajo desde una mirada que incorporaba la ecología política. A fines de la
década de 1970, ya advertía que los trabajadores y sus organizaciones son
“corresponsables” de la depredación y destrucción ecológica llevada adelante
por un tipo de producción mercantilizada, por la defensa de cualquier tipo
de empleo, por su apego al crecimiento económico y con ello a la
rentabilidad de los inversores (1).



Se puede argumentar que los empleos actuales, por ejemplo en sectores
extractivos o en algunos emprendimientos manufactureros, de acuerdo a una de
las imágenes de Gorz, descansarían en un capitalismo depredador.Ese tipo de
desarrollo, según Gorz y otros en esos años, creaba sucesivas “nuevas”
necesidades que a su vez generaban demandas de consumo de nuevos bienes y
servicios. El crecimiento económico se producía entre otros factores gracias
a esa expansión consumista.



En varios aspectos esa situación persiste, y América Latina sigue siendo una
fuente de recursos naturales para ese consumismo. Los recursos
latinoamericanos que en el pasado eran procesados sobre todo en Europa
occidental o Estados Unidos, ahora lo son en Asia, especialmente China.
Desde allí se lanzan bienes que se compran en los países industrializados
pero también en nuestro sur.



En ese encadenamiento, aquí descrito muy brevemente, el costo de la mano de
obra se volvió ínfimo, sea en la fase de extracción como en la de
manufacturación. Por ejemplo, en unas etapas de esa cadena el uso de
excavadoras y camiones cada vez más grandes permite acotar el número de
trabajadores, y en las otras, los robots en las líneas de ensamblado
reemplazan a los humanos. Los trabajadores terminan perjudicados, sea en
nuestro continente como en las grandes factorías asiáticas.



En todo ese encadenamiento estamos frente a una apropiación de la naturaleza
directamente asociada a la subordinación y marginación del empleo humano. La
explotación de la Naturaleza va de la mano con la explotación del
trabajador.



Gorz advertía que el obrero-productor es reemplazado por un
“trabajador-consumidor”, y él mismo, como trabajador, se convierte en una
mercancía que a su vez compra y devora otras mercancías. El “trabajo
asalariado no es únicamente el medio que tiene el capital para crecer; por
sus modalidades y su organización, es también un medio para dominar al
trabajador”, agregaba Gorz.



Con el paso de los años, las variedades de desarrollo predominante imponen
esa condición dual de ser mercancía y consumidor en unos casos, y en otros,
es la única opción posible para sobrevivir. Sea de un modo u otro, están
compelidos a comprar bienes que a su vez son producidos por otros obreros
que padecen similares explotaciones. Retomando a Gorz, se cae en situaciones
donde:



“… los representantes del capital, con cruel hipocresía, siguen elogiando
las virtudes de ese empleo que ellos mismos suprimen masivamente, acusando a
los trabajadores de costar demasiado caro y a los desocupados de ser unos
perezosos y unos incapaces, responsables de su propio desempleo” (2).



Entonces se usa como excusa la desocupación para poder reducir los salarios
o retrasar las jubilaciones hacia edades más tardías, lo que sigue siendo
común en América Latina.



Fiel a su estilo, Gorz evoca a Marx al elaborar esa advertencia, citando el
primer libro de El Capital, donde en  la sección sobre la plusvalía
relativa, en el apartado dedicado a la “gran industria y la agricultura”, se
señala que el aumento de la productividad y un mayor rendimiento del trabajo
se logran a costa de la destrucción y del estancamiento de la fuerza de
trabajo (3). Siguiendo esa cita, acudiendo al texto original de Marx, se
pude leer que:



“Este proceso de aniquilación es tanto más rápido cuanto más de apoya un
país, como ocurre por ejemplo con los Estados Unidos de América, sobre la
gran industria, como base de su desarrollo. Por lo tanto, la producción
capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso
social de producción, socavando al mismo tiempo, las dos fuentes originales
de toda riqueza: la tierra y el hombre” (4).



Esas prefiguraciones de Marx con su referencia a la tierra y los humanos han
sido examinadas desde la ecología política de varias maneras. Ese
razonamiento ya le permitía a Gorz, en el siglo pasado, advertirle a los
sindicatos la necesidad de ir más allá de la defensa del puesto de trabajo o
de los salarios, para abordar las implicancias productivas, las
consecuencias ecológicas y la explotación.



La alternativa elaborada por Gorz, como es sabido, se alejó de las creencias
convencionales de una clase privilegiada, la proletaria, que llevaría
adelante una revolución. En cambio, defendía los roles de una “no clase
trabajadora”, donde los protagonistas son los desempleados, los expulsados
de los sistemas formales o los informatizados (5). Su propuesta era a su
modo ecosocialista, anticipaba muchas de las discusiones actuales en tanto
defendía a redes productivas pequeñas o medianas, creía en una amplia
autonomía frente al Estado, considerando que las personas no necesariamente
se autorealizan en un empleo sino en la autonomía.



Informalidad, pobreza y alternativas



Bajo la inspiración de Gorz se pueden compartir algunas reflexiones sobre
los posibles encuentros entre las demandas ambientales y el mundo del
trabajo en América Latina. Así como lo hacía Gorz, también se deben
reconocer los claroscuros ya que los sindicatos de los sectores extractivos,
como mineros o petroleros, por lo general defienden esas actividades. En el
caso de Brasil, incluso bajo los mejores momentos de los primeros gobiernos
de Lula da Silva en la década pasada, las centrales sindicales (como la CUT
– Central Unica de los Trabajadores), y las gremiales por ejemplo de la
petrolera Petrobras o de la minera Vale, apoyaron las actividades
extractivas. Lo hacían por varias razones, desde compartir la creencia en
las bondades de esas actividades al alineamiento ideológico político con el
gobierno del Partido de los Trabajadores. Al mismo tiempo, no puede
olvidarse que varios fondos de inversión de los propios trabajadores
colocaban sus dineros en esas empresas extractivistas. Por esas razones,
cualquier transición postextractivista era vista como un riesgo inminente
tanto para los obreros actuales como para las jubilaciones futuras. En los
otros países que cuentan con organizaciones sindicales potentes, como
Argentina, Chile o Uruguay, se han observado casi similares.



Pero al mismo tiempo hay algunas muestras de cambio que son auspiciosas. Por
ejemplo, en Colombia, la Unión Sindical Obrera (USO) reclamó a la petrolera
Ecopetrol sus responsabilidades por impactos ambientales, apoyó en líneas
generales la idea de transiciones minero-energéticas, y fundaron un centro
de innovación e investigación para el “desarrollo del sector minero
energético” junto a los sindicatos de los trabajadores en Energía
(SINTRAELECOL) y del carbón (SINTRACARBÓN) (6). Es una discusión que apenas
está dando sus primeros pasos, no puede predecirse que posturas tomará en el
futuro cercano, pero no es menor que ese debate esté en marcha, y más aún
porque no hay otros ejemplos análogos en la región.



Estas circunstancias hacen que el abordaje a las relaciones entre trabajo,
empleo y ambiente sean inseparables de una discusión crítica sobre los
senderos que sigue el desarrollo en América Latina.



Además de esas tensiones, otras particularidades de la situación del empleo
en América Latina también se deben tener presentes, y en especial por hacer
desaconsejable trasplantar la discusión y modelos de las sociedades
industrializadas a nuestro continente.



El empleo proporcionalmente más numeroso no se encuentra en el sector
industrial, así es que se debe tener cuidado con repetir las clásicas
imágenes del obrero fabril. Las proporciones más altas se corresponden a
servicios (27 % para el 2021) y comercio (25 %), seguido por la
agropecuaria(14 %), mientras que la ocupación industrial sigue rezagada (12
%), incluso en países como México y Brasil (7). Bajo estas particulares
condiciones, las transiciones hacia alternativas sociales tienen que prestar
particular atención al sector agropecuario, ya que allí se puede aumentar la
mano de obra humana requerida a medida que una despetrolización obligue a
reducir tanto el uso de maquinaria como de agroquímicos. Es más, un
componente de transición agroecológica serviría para absorber empleos que
deben ser abandonados en otras ramas de actividad, en especial las
extractivas.



Persisten los problemas de desempleo e informalidad conocidos desde hace
años. Aunque en 2022 se volvieron a alcanzar los niveles de ocupación de
2019, previos a la pandemia por coronavirus, la situación sigue siendo muy
endeble. Esa recuperación ha sido sobre todo en la informalidad, la que es
más alta que en 2019. Si bien se cuenta con un empleo, formal o informal, el
salario es tan bajo que sea cae en lo que la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) denomina como el “fenómeno del trabajador pobre”.



Pero al mismo tiempo avanzan los procesos de automatización y robotización
en varias áreas. Eso hace que aunque el empleo en industria sea acotado,
ahora está además amenazado por robots que suplantarán a los humanos en
algunas tareas; algo similar ocurre con algunos sectores de servicios sea
por robotización, automatización o delegación de tareas a los propios
consumidores.



Entonces el empleo crece y se sostiene en actividades informales o en otras
que si bien son formales,apenas sirven para amortiguar las fallas de esos
estilos de desarrollo (como es la proliferación de guardias de seguridad
privada para vigilar comercios o viviendas).



Las alternativas sociales y ambientales deben enfrentar esas condiciones.
Siguiendo con el impulso dado por Gorz, se requiere que manejar criterios
que apunten a empleos legítimos y necesarios, comenzando en sectores
rezagados como en educación o salud. Sean estos u otros, deben estar
formalizados, con salarios dignos y condiciones de seguridad y salubridad
adecuadas.Al mismo tiempo, se deben discutir regulaciones frente al avance
de la robotización, tanto en cuanto al reemplazado de humanos como por su
impacto sobre la previsión social. Pero todas esas tareas deberían enfocarse
en asegurar la autonomía de las personas para quebrar con las relaciones de
explotación.



Finalmente, cualquiera de esos abordajes implica un diálogo e incluso una
participación en la reconstrucción de un sindicalismo que incorpore la
dimensión ambiental. Esa tarea, en América Latina, no puede olvidar aportes
propios como los del Buen Vivir o los derechos de la Naturaleza, los que son
relevantes para cualquier ecología política. Ninguna de esas ideas es
extraña a esos debates, y de hecho, por ejemplo, permitiría dialogar con
aportes como los de Jeff Shantz, con su propuesta de un sindicalismo verde
que considera el biocentrismo y el feminismo (8).



Sea por un camino o por otro, las reflexiones y ensayos desde una ecología
política sobre el trabajo y el empleo en América Latina constituyen un campo
que necesita muchos más aportes, rescatar ensayos de otras miradas, y
articularlos en bases conceptuales y prácticas que aseguren la calidad de
vida y la protección ambiental.



* El autor es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social
(CLAES). En redes sociales: @EGudyas. Desde Abajo ha publicado su libro
sobre extractivismos y corrupción). Una versión más extendida de esta
reflexión se publicó en la serie Cartas en Ecología Política (disponible en
ecologia politica.substack.com



Notas



1. Véase por posiciones más recientes: Riqueza sin valor, valor sin riqueza,
entrevista de 2005, en Ecológica, A. Gorz, Capital Intelectual, Buenos
Aires, 2012, p 115.

2. En Ecológica, 2012, p 118.

3. En Ecológica, 2012, p 115-116.

4. El Capital. Crítica de la economía política. Vol 1. K Marx. Traducción de
W. Roces. Fondo Cultura Económica, México, [1946] 2010, pp 423-424; itálicas
del original.

5. Adiós al proletariado. Más allá del socialismo, André Gorz, El Viejo
Topo, Barcelona, 1981.

6. Véase sobre las diferentes posiciones, por ejemplo, a Sindicatos de
energía crean centro de investigación sobre transición energética, M. M.
Monsalve, El Espectador, Bogotá, 18 mayo 2022,
https://www.elespectador.com/ambiente/sindicatos-de-carbon-y-energia-crean-c
entro-de-investigacion-sobre-transicion-energetica-noticias-hoy/

“Ecopetrol debe responder por los impactos ambientales en Lizama”, dice la
USO, Barrancabermeja Virtual, 21 mayo 2018,
https://barrancabermejavirtual.net/2018/03/21/ecopetrol-debe-responder/

La USO cumple 100 años y considera que es clave que Ecopetrol continúe
explorando, J. V. Arenales, La República, Bogotá, 6 febrero 2023,
https://www.larepublica.co/economia/como-sindicato-es-clave-que-ecopetrol-co
ntinue-explorando-cesar-eduardo-loza-3537348

7. Panorama laboral América Latina y el Caribe 2022, Organización
Internacional del Trabajo, Lima, 2022.

8. Green syndicalism. An alternative red/green vision, Syracuse University
Press, Syracuse, 2012.

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