Palestina/ Miles de trabajadores de Gaza siguen atrapados entre el limbo y el desamparo en Cisjordania. [Tom Grossman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 10 14:16:26 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

10 de noviembre 2023

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Palestina

 

Miles de trabajadores de Gaza siguen atrapados entre el limbo y el desamparo
en Cisjordania

 

Mientras continúa la ofensiva israelí sobre la Franja, unos 5.000 de
trabajadores gazatíes permanecen hacinados en instalaciones públicas,
albergues o polideportivos de territorio cisjordano.

 

Tom Grossman

El Salto, 10-11-2023

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 “Queremos seguridad para volver”, dice Mahmoud, palestino de Gaza que tenía
permiso de trabajo en Israel, y que tras estallar el conflicto entre el
Ejército israelí y Hamás hace un mes, sigue desplazado en la Cisjordania
ocupada. Mientras continúa la ofensiva israelí sobre la Franja, unos 5.000
de trabajadores gazatíes  permanecen hacinados en instalaciones públicas,
albergues o polideportivos de territorio cisjordano. “No queríamos
problemas, solo íbamos a trabajar a Israel, pero ahora estamos sin derechos.
No hay gobierno ni ley que nos proteja”, lamenta Riad, que permanece a la
espera entre otros desplazados en la urbe de Ramala.

 

Su situación es muy incierta, la mayoría está en un limbo del que nadie sabe
claramente cómo salir, y muchos de ellos –aunque no todos- quieren regresar
a la Franja con sus familias pese al infierno en que se convirtió. Sin
embargo, buscan hacerlo con garantías de que no serán arrestados en el viaje
de vuelta y retenidos durante días o semanas por Israel, como pasó con otros
4.000 gazatíes que fueron encarcelados, incomunicados sin cargos formales ni
justificación jurídica clara, hasta ser deportados de mala manera a Gaza los
últimos días.

 

Uno de los lugares que hasta ahora acogen a los gazatíes que permanecen en
Cisjordania es el Hotel Sanabel, en la misma Ramala —capital de facto de la
Autoridad Palestina— donde unos 400 hombres están repartidos en tres
plantas, durmiendo uno casi al lado de otro en colchones al suelo de grandes
salas. Cada estancia solo tiene tres duchas y un baño. Mientras, yacen entre
mantas, sábanas y las pocas pertenencias que se llevaron tras escapar de un
momento para otro de los lugares donde trabajaban en Israel cuando inició la
guerra. Hasta el siete de octubre, unos 18.000 gazatíes tenían permiso de
trabajo en el Estado judío, pero sus propias autoridades se lo derogaron
después del ataque de Hamás. Tras ello, ahora temen la persecución del
Estado en el que trabajaron por meses o años, donde contribuyeron a su
economía como mano de obra barata.

 

“Todos tenemos miedo”, confiesa Mahmoud, de la ciudad de Gaza, mientras
piensa en su familia, desplazada al sur de la Franja tras los bombardeos que
devastan norte y centro del enclave. Tamer, otro hombre en su cuarentena, se
enteró a distancia de cómo más de veinte familiares suyos murieron en los
ataques, entre ellos su hijo de diez años. Sale del Hotel Sanabel con Tareq,
vecino suyo del barrio gazatí de Sujaiya, a quién mataron su mujer y una
hija. “Casi no tenemos dinero ni sabemos qué hacer”, dicen frustrados
mientras salen a la calle.

 

Poco antes, empleados de la Autoridad Palestina –organismo con autogobierno
limitado en Cisjordania- les reparten comida, más allá de proveerles
alojamiento y algo de dinero. Sin embargo, “las condiciones en qué están
muchos son bastante precarias”, dice una fuente del sector de derechos
humanos sobre terreno que pide no ser identificada. “Muchos están en salones
enormes, no tiene privacidad, se sienten tratados como ganado por las
propias autoridades palestinas”, remarca, matizando que algunos sí están en
espacios más pequeños, pisos o acogidos por familias, en lo que parece más
una muestra de solidaridad de la sociedad civil.

 

Según agrega, la Autoridad Palestina prepara ahora convoyes de buses para su
vuelta a Gaza, pero muchos gazatíes de lugares como el norte -territorio
devastado y fragmentado del sur por la invasión israelí- no quieren volver.
Otros no se fían por un temor constante: que en su retorno a Gaza por
territorio israelí sean detenidos. La noche del 9 de noviembre, 900 habrían
sido trasladados desde Jericó a la Franja.

 

“Si nos aseguran que Israel no interviene, muchos nos iremos, pero solo lo
haremos con amparo de la Cruz Roja”, dice Riad, sobre la protección que cree
que supondría ir acompañados del Comité Internacional de la Cruz Roja. ”No
queremos acabar en prisión ni que nos peguen o maltraten, solo volver con
nuestros hijos", insiste, sentado en el colchón donde duerme en el Hotel
Sanabel, con otros compañeros con quién charla.

 

Uno de ellos es Ismaat, otro trabajador que hace poco llegó al albergue tras
haber sido arrestado por fuerzas israelíes cuando cruzaba un control militar
hacia Cisjordania. Según cuenta, estuvo varios días encarcelado, sin salir
de su celda y con mucha presión. “Se nos prohibía comer, ir al baño, nos
trataron con violencia, nos pegaron, nos cogieron el teléfono”, dice, en un
relato similar al de otros gazatíes detenidos estas semanas, que denunciaron
torturas, agresiones, confiscación de sus enseres y ser tratados como
animales. De hecho, los hay que ya fueron expulsados a Gaza con marcas de
heridas o bridas en sus tobillos con números de identificación.

 

“No queremos que nos pase como les pasó a ellos”, asegura Riad, que
inicialmente no dudó en apuntarse a la lista para volver a Gaza, pero
renunció tras saber que Cruz Roja no estaba implicada. A su vez, hay quiénes
sospechan que la Autoridad Palestina –que tiene acuerdos de cooperación con
Israel y está enfrentada a Hamás en la Franja- podría estar aplanando el
camino para su entrega a control de las autoridades israelíes.  

 

“Hay gazatíes que están recibiendo amenazas para que se suban a los buses y
se vayan, les dicen que si no lo hacen les encarcelarán”, asegura la fuente
del ámbito de derechos humanos. Asimismo, “hay gente aterrada de que le
manden a un sitio que casi ya no existe o donde es impracticable llegar,
como el norte de Gaza, o en el sur, donde no hay comida, medicamentos ni
agua”, añade.   

 

Este es el caso de Ismael, de la ciudad norteña de Jabalia, uno de los
puntos donde los bombardeos israelíes sembraron más destrucción y muertos.
“La situación es muy difícil ahí, casi no hay de qué beber ni comer”,
asegura, impotente por tener a su mujer y tres hijos atrapados en la urbe,
donde no cree que pueda llegar tras la irrupción terrestre del Ejército
israelí. A estas alturas, las tropas buscan hacerse con el control de la
ciudad de Gaza y se han posicionado también a línea de mar, fragmentando por
completo la Franja de norte a sur.

 

“Ahora, todo aquel que intenta llegar al norte se arriesga a morir”, dice
Ismael, que lamenta que volver a su hogar es misión imposible, y asume que
no tiene más remedio que quedarse de mientras en Cisjordania, consciente de
que puede pasar tiempo hasta que acabe todo. “Somos civiles y no tenemos
nada que ver con lo que está pasando, toca esperar”, dice. “Hay muchos otros
aquí que están en la misma situación, rechazan regresar en estas
condiciones. ¿Dónde iremos si nos hacen volver ahora a Gaza? No tenemos
lugar adónde ir”, concluye resignado.

 

Entre los trabajadores atascados en el Hotel Sanabel hay también algunos que
tenían permiso médico de Israel para salir de Gaza, como Mazen, que pese a
sus problemas de salud vive hacinado con otros cientos de gazatíes mientras
sigue su tratamiento en Ramala. Entre los gazatíes con enfermedades en
Cisjordania también hay mujeres y niños, en general alojados en hoteles o
lugares no masificados. Sin embargo, algunos pacientes hacían tratamiento en
Jerusalén Este, bajo anexión directa de Israel. Tras el ataque de Hamás,
parte de ellos fueron expulsados a Cisjordania o incluso detenidos, y han
perdido acceso a los hospitales de la Ciudad Santa.

 

A algunos enfermos les arrestó la Policía israelí incluso cuando estaban
tratándose en los centros médicos, a otros les cogieron en su alojamiento y
les mandaron directo a territorio cisjordano. “Les detuvieron, golpearon, se
los llevaron y les dejaron tirados en checkpoints sin su ropa, ni sus
pertenencias ni nada”, comenta la persona involucrada en el ámbito de
derechos humanos. “Ahora lo pasan fatal, en un estado de mucha más
vulnerabilidad”, una situación que define a la mayoría de gazatíes atrapados
en Cisjordania.

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