Argentina/ Milei y la "casta" Una disputa entre dos variantes de la derecha. [Dossier]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 24 10:38:14 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

24 de noviembre 2023

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Argentina

 

Macri aumenta la presión para quedarse con áreas clave del gobierno de Milei


 

El gato y el león

 

Las áreas de economía, seguridad e infraestructura del nuevo gobierno
argentino podrían quedar en manos del macrismo, una de las facciones de la
«casta» que el presidente electo ha prometido combatir. Buques insignia,
como la dolarización inmediata, parecen quedar atrás.

 

Fabián Kovacic, desde Buenos Aires

Brecha, 24-11-2023 

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Catorce millones de votos depositaron a Javier Milei en la casa de gobierno
por los próximos cuatro años, con un discurso en el que sobresalieron las
palabras libertad y casta. Una para enamorar a los votantes y la otra para
enardecerlos y aglutinarlos contra ese enemigo común: los políticos de todos
los partidos que han gobernado Argentina hasta ahora. El domingo 19, apenas
conocido el contundente triunfo de Milei sobre Sergio Massa por una
diferencia superior a los 3 millones de votos, el obelisco, en plena avenida
Corrientes, se inundó de nuevos «descamisados», ahora reconvertidos en
«leones». La alegría de esos votantes no reparó en el ingreso en esos
momentos de Mauricio Macri y Patricia Bullrich al hotel Libertador, la sede
de La Libertad Avanza (LLA). El expresidente fue a felicitar al mandatario
electo y a ofrecerle sus equipos técnicos, teniendo en cuenta que hasta el
momento LLA es más que nada un club de amigos armado de retazos variopintos
y que no cuenta con nombres suficientes para cubrir todas las áreas de
gobierno.

 

«Si me lo ofrecen y me dicen que no hay otra alternativa, bueno, lo acepto»,
dijo Bullrich al comienzo de esta semana, en una entrevista con el canal TN
(Todo Noticias, propiedad del Grupo Clarín: ndr) , acerca de la posibilidad
de ser la ministra de Seguridad del gobierno de Milei. En la noche del
jueves, al cierre de esta edición, los medios argentinos daban por hecho el
nombramiento en ese rol de la presidenta del PRO, excandidata presidencial y
ministra de Seguridad de Macri entre 2015 y 2019, citando fuentes de LLA.
Bullrich no titubeó luego de la primera vuelta, en la que quedó tercera, por
detrás de Milei y Massa, y volcó de inmediato su apoyo al ultraliberal, un
paso que resultó clave para su victoria del domingo. Por Bullrich habían
votado 6,2 millones de personas.

 

No es la única figura del macrismo que se perfila para ocupar un cargo de
primera línea en el nuevo gobierno. Previamente esta semana, el exdirigente
de Cambiemos Guillermo Ferraro, titular de la filial argentina de la
multinacional KPMG y miembro del gobierno porteño que encabezó Macri entre
2007 y 2015, había confirmado su designación como ministro de
Infraestructura del gobierno electo.

 

Además, mientras aumentaban las especulaciones sobre áreas clave de su
gabinete, Milei elogió este miércoles, en una entrevista televisiva, la
«expertise» del economista Luis Caputo y dijo que «es una persona que está
en condiciones de estar en el cargo, sin lugar a duda», en referencia a su
eventual nombramiento como ministro de Economía. Según Bloomberg, Caputo es
quien lidera ahora el equipo de transición económica del presidente electo.
Se trata de una persona de extrema confianza de Macri, de quien fue ministro
de Finanzas entre 2017 y 2018, cuando también presidió el Banco Central.
Macri lo ha llamado «el Messi de las finanzas» y fue uno de los arquitectos
del préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) a Argentina por casi
50.000 millones de dólares. Es primo hermano de Nicolás Caputo, un
empresario de la construcción que Macri considera su «hermano del alma» y
que fue vicepresidente del PRO. Además, tiene un parentesco con Santiago
Caputo, un consultor político que integra el entorno cercano del mandatario
electo y que fue parte de su equipo de campaña, a quien el propio Milei ha
llamado «gigante» y «verdadero arquitecto» de su victoria.

 

Al cierre de esta edición, apenas horas después de las declaraciones
televisivas de Milei sobre la expertise de Luis Caputo, y a falta de un
anuncio oficial, los medios argentinos daban por confirmado el nombramiento
de Caputo al frente del área económica del nuevo gobierno.

 

Esos rumores tuvieron efecto rápidamente y Emilio Ocampo, el primer
funcionario designado por Milei para integrar su gestión, en este caso al
frente del Banco Central, renunció a esa distinción en protesta por el
creciente barullo en torno a Caputo. Siempre según las versiones de prensa,
este otro puesto clave para la aplicación de las políticas de dolarización y
combate a la inflación prometidas por Milei sería ahora ocupado por Demian
Reidel, otro exmiembro del gobierno macrista, que formó parte del directorio
del Banco Central entre 2015 y 2018.

 

Ocampo, un profesor de economía «libertario», ha sido llamado «el gurú de la
dolarización» por sus constantes llamados a aplicar una dolarización
inmediata apenas comience la presidencia de Milei y es partidario de
implementar el viejo sueño ultraliberal de cerrar el Banco Central. Caputo,
en cambio, se ha opuesto explícitamente a ambas posturas y se ha mostrado
proclive a postergar hasta más avanzado el mandato el lanzamiento de la
dolarización y a ofrecer una imagen de estabilidad a los mercados.

 

Los rumores también generaron la desazón de varios referentes ultraliberales
del núcleo duro. Carlos Rodríguez, líder del consejo de asesores económicos
de Milei, reconoció a La Nación+ que últimamente no ha podido reunirse con
él: «Milei no me da pelota, básicamente», afirmó, y agregó que Caputo «no
sirve de ministro». Diego Giacomini, otro economista y profesor «libertario»
que fuera socio intelectual de Milei durante 15 años, fue más duro en la red
social X: «Sé muy bien que Milei siempre despreció a Caputo porque no sabe
nada de economía y solo sabe colocar deuda [endeudar a la ciudadanía] y
ganar plata con la timba. O la política cambia mucho a las personas, o el
Leoncito sucumbe ante la imposición del GATO», escribió, en alusión al apodo
que recibió Macri durante su gobierno.

 

Milei lleva años predicando la urgencia de dolarizar la economía, cerrar el
Banco Central y crear un sistema de prestaciones tercerizadas en educación y
salud, junto con el ajuste del Estado. «Todo eso es un paquete que hay que
preparar porque el año que viene queremos ir a déficit fiscal cero», señaló
en su primera entrevista televisiva del lunes. Esa meta fiscal era
reconocida como imposible por Massa, quien pretendía renegociar con el FMI,
que reclama un 0,9 de déficit para 2024. Milei ha asegurado, además, que el
ajuste que aplicará será de 15 puntos sobre el PBI. Para alcanzar metas tan
ambiciosas, sin embargo, el nuevo presidente necesitará un pie fuerte en el
Congreso.

 

Con 53 años recién cumplidos, Milei se convirtió el domingo en el presidente
más joven desde el retorno democrático, que este año cumplirá cuatro
décadas. Pero también en el de menor apoyo parlamentario en ambas cámaras.
Cuenta con una bancada de 38 diputados nacionales sobre un total de 257 y de
ocho senadores nacionales sobre un total de 72. Sus principales aliados para
instrumentar sus políticas serán los legisladores fieles a Macri (aunque
solo con ellos tampoco le alcanzará para tener una mayoría propia).

 

Durante la campaña electoral, Macri pareció dedicar más tiempo a
pronunciarse –por lo general favorablemente– sobre Milei que a apoyar a la
que se suponía que era su propia candidata, Patricia Bullrich. De manera
inconsulta con su fuerza política, Juntos por el Cambio (JxC), en el
balotaje Macri decidió apoyar, junto con Bullrich, al ultraliberal. La
movida le valió dos rupturas: por un lado, sus aliados de la Unión Cívica
Radical (UCR), así como el sector de Horacio Rodríguez Larreta, decidieron
deslindarse de esa estrategia para la segunda vuelta; por otro lado, el
bloque parlamentario de JxC se quebró. La Coalición Cívica de Elisa Carrió
dio por terminada la aventura junto al macrismo, mientras los radicales y
los larretistas se quedaron con el bloque y dieron por emigrado a Macri. El
expresidente considera que su integración a una alianza con LLA es parte de
una depuración de su propia fuerza política, construida hace una década.
Pese a que Milei agradeció los votos macristas que lo llevaron a la Casa
Rosada, aún no quiere hablar de una alianza o una coalición formal con
Macri. «El gobierno es de LLA», ha dicho a quien quiera escucharlo.

 

Gabriel Vommaro, doctor en Sociología por la École des Hautes Études en
Sciences Sociales y autor de tres libros fundamentales para entender el
macrismo: Mundo PRO (2015), La larga marcha de Cambiemos (2017) y El sueño
intacto de la centroderecha (2023), este último en coautoría con su colega
Mariana Gené, cree que «las segundas y las terceras líneas en muchos
ministerios serán probablemente ocupadas por macristas». Mientras que puede
esperarse que Milei intente imponer «un liberalismo más duro, teórico y
libresco, después vendrá el ejercicio de bajar a tierra y a lo posible ese
plan de gobierno», dice Vommaro. «Es prematuro imaginar cómo será ese
proceso, pero para eso estarán los factores de poder como los gobernadores,
las instituciones, los diferentes actores sociales que constituyen la
realidad cotidiana, y ahí habrá que ver qué hace Milei», agrega el profesor
de Sociología Política de la Universidad Nacional de San Martín. De
confirmarse el nombramiento de Caputo al frente de la economía, este sin
duda jugará un rol clave en esa «bajada a tierra».

 

Para Vommaro, Macri y Milei forman parte de un espectro de la derecha local
que tiene sus diferencias internas. «En esta elección, Macri se adelantó a
todos sus pares, reconfiguró a su propia creación política, el PRO, y al
mismo tiempo logró incidir en LLA. Macri y el PRO tienen una concepción
mucho más acabada y sofisticada del Estado que Milei. Para ellos el Estado
existe y el punto es hacia dónde gestionarlo. En Milei esa concepción es
mucho más básica y rústica, tomada de los libros y los manuales académicos
liberales. En algún momento va a toparse con la realidad y ahí habrá que ver
qué hace. Ahí estará Macri», añade Vommaro. «Milei fue el peón de Macri para
esmerilar al peronismo y el peón de Massa para destruir a JxC, y, sin
embargo, el ganador de esta disputa finalmente fue el propio Milei, que
además dice estar dispuesto a llevar adelante su proyecto económico. La
pregunta es: ¿tendrá viabilidad política ese programa?», agrega el
sociólogo.

 

Cuestión de votos

 

Milei ganó contra todo el aparato estatal del peronismo –que venía de dar
vuelta una elección primaria en la que llegó tercero– y con buena parte de
los colectivos sociales y políticos en contra. Las organizaciones de
trabajadores desocupados se habían pronunciado en favor de Massa, el
candidato del oficialismo, del mismo modo que los científicos, los
colectivos de actrices y actores, las centrales sindicales, las
organizaciones de pequeñas y medianas industrias, partidos políticos como la
UCR, sectores de la izquierda derrotada en primera vuelta, la liga de
gobernadores peronistas, los cercanos al peronismo y los organismos de
derechos humanos. Parecía una lista imbatible de actores sociales. Pero los
votos se cuentan de a uno.

 

Según datos previos a la elección recogidos por la consultora Prosumia, el
voto a Massa fue un rompecabezas compuesto en gran medida por docentes y
personal ligado al área de la educación, trabajadores formales, jubilados y
pensionados. El grueso del voto a Milei radica en cuentapropistas, personal
doméstico, fuerzas de seguridad, transportistas, sectores industriales,
desempleados y jóvenes de hasta 35 años. Una mirada partidaria indica que el
apoyo al ultraliberal de la casi totalidad de los 6 millones de votantes de
Patricia Bullrich fue decisivo. Pero también lo votaron afiliados a la UCR y
al peronismo y, en Córdoba, los votantes del gobernador peronista disidente
Juan Schiaretti, que vio sus ambiciones presidenciales derrotadas en primera
vuelta.

 

Milei ganó en todo el país menos en Formosa, Santiago del Estero y la
provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Axel Kicillof pasó a
convertirse en lo único que queda en pie del oficialismo. Incluso aquellas
provincias de signo peronista decidieron votar al economista. Todos los
analistas coinciden en que Milei llegó al poder para resetear un sistema de
representación política que tartamudea cuando se dirige a los votantes, sin
escucharlos.

 

Gabinete ultra

 

Además del ya confirmado Ferraro y los sonados Bullrich y Caputo, el
presidente electo ya tiene prácticamente confirmados a cuatro ministros y un
jefe de Gabinete provenientes de su entorno. El gabinete pasará de 18 a ocho
ministerios, como parte del «plan motosierra» de recorte al gasto público:
Justicia, Relaciones Exteriores, Capital Humano, Interior, Infraestructura,
Defensa, Economía, Seguridad.

 

Mariano Cúneo Libarona, el abogado mediático que se hizo famoso en los años
noventa con el «caso Cóppola», será el ministro de Justicia. Fue sospechoso
de matar a su exesposa –secretaria privada de Emir Yoma, un embajador sin
cartera de Menem–, arrojándola por la ventana del edificio donde vivía.

 

Diana Mondino, una economista liberal con varias maestrías internacionales,
irá a Relaciones Exteriores. Mondino aparece como la directora de una
orquesta completada con funcionarios del macrismo, especialmente el
excanciller Jorge Faurie, el exembajador argentino ante Singapur Federico
Bartfeld y los equipos de Fulvio Pompeo, el hombre que condujo los equipos
de Relaciones Exteriores de Mauricio Macri desde que fue jefe de Gobierno
porteño en 2007. En el frente externo Milei ya anunció un alineamiento total
con Estados Unidos e Israel, prescindiendo de las políticas de bloques.
Israel será el primer destino oficial de Milei al asumir, según se confirmó
este jueves.

 

Guillermo Francos, un exdiputado menemista y exdirector ejecutivo del Banco
Interamericano de Desarrollo, será el ministro del Interior (que en
Argentina se encarga del relacionamiento entre el gobierno federal y las
autoridades provinciales). Tiene excelentes relaciones con el peronismo, el
radicalismo y el macrismo, y viene de Aeropuertos Argentina 2000, la empresa
de Eduardo Eurnekián en la que trabajó Milei.

 

Sandra Pettovello, una licenciada en Ciencias de la Familia por la
Universidad Austral, suena como ministra de Capital Humano, tal el nombre
del nuevo ministerio que absorberá las carteras de Salud, Desarrollo Social,
Educación y Trabajo, que pasarán a tener rango de secretarías.

 

Nicolás Posse, también exempleado de Eurnekián, será el jefe de Gabinete.

 

Todavía resta definir quién será el responsable del Ministerio de Defensa.
Tanto esa cartera como seguridad son áreas «responsabilidad de Victoria»,
apuntó Milei en una entrevista reciente. Se trata, claro, de Victoria
Villarruel, la vicepresidenta electa, de inmejorable llegada al universo
militar y policial, de modo que los servicios de inteligencia estarán bajo
su órbita a la hora de elegir a los responsables. Histórica defensora de
militares condenados por delitos de lesa humanidad cometidos durante la
dictadura civil-militar de 1976, Villarruel apunta a bajar la edad de
imputabilidad a 14 años en el Código Penal, cerrar los juicios contra los
militares genocidas y sostener el aparato represivo que desde el Estado
garantice el cumplimiento del programa económico. «La sociedad votó ajuste»,
recuerda Milei ante las cámaras de televisión mientras señala que la pobreza
ya trepó a 40 por ciento, según datos oficiales. «Milei y Villarruel
confirman la larga tradición de la derecha local que termina aliada con
ajuste liberal y represión militar. No es nuevo», señala Vommaro

 

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Milei: el inédito triunfo de un candidato anarcocapitalista 

 

Sin lugar para los débiles

 

Su triunfo en las elecciones primarias del mes de agosto había sido ya un
hecho sin precedentes. Ahora, elegido presidente con casi 14 millones y
medio de votos y grandes promesas, deberá llevar adelante lo que se perfila
como un gobierno en disputa entre dos facciones disímiles de la derecha.

 

Aníbal Corti

Brecha, 24-11-2023

 

«Porque a los tibios los vomitaré de mi boca.» Esto no lo dijo Javier Milei
en la noche del domingo 19 de noviembre, aunque bien podría haberlo hecho.
No usó esta cita muy conocida del tercer capítulo del Apocalipsis de San
Juan. Pero sí dijo varias veces, esa noche y en los días subsiguientes, que
en su futuro gobierno no habría lugar para los tibios.

 

Sin embargo, el suyo corre el riesgo de ser un gobierno débil, tensionado
por diferentes disputas ideológicas, y amenazado por el descontento y la
protesta social. Su estabilidad dependerá esencialmente, entre otros
factores, de unos aliados en comparación mucho más tibios y moderados.

 

Una alianza ideológicamente inestable 

 

La primera y, por lejos, la menos importante de esas tensiones ideológicas,
pero no por ello del todo desdeñable, es la que existe dentro de su propia
fuerza política. Milei es un anarcocapitalista que, siguiendo las ideas que
defendió en su momento el economista neoyorquino, también anarcocapitalista,
Murray N. Rothbard (1926-1995), entendió que la alianza política de los
liberales más radicales debía ser con la derecha conservadora también más
radical, incluso a pesar de que esta fuese antiliberal, como suele serlo, y
no con la derecha más moderada y centrista, aunque esta última fuese
liberal, como también suele serlo. Rothbard llamó a esta estrategia
paleolibertarianismo y también populismo libertario (véase «La hora del
liberalismo plebeyo», Brecha, 18-VIII-23).

 

En esa línea, Milei reclutó como vicepresidenta a la abogada católica
Victoria Villarruel, hija de un veterano de la guerra de Malvinas, una
persona encuadrada dentro de una corriente ideológica de contornos muy bien
definidos: el nacionalismo católico argentino. Esta corriente tiene una
larga tradición, que se remonta a los años treinta del siglo pasado, de la
que es imposible hablar aquí en detalle, aunque hay algunas cosas que se
pueden decir de forma muy sucinta. El nacionalismo católico argentino es
furibundamente antisemita, furibundamente antiliberal y furibundamente
antibritánico. No es que el autor de estas líneas anduviera escaso de
adverbios: es que todo es furibundo en el nacionalismo católico argentino.
La cercanía personal de Milei al judaísmo, su claro alineamiento
internacional con el Estado de Israel, sus reiteradas loas a la ya fallecida
primera ministra de Reino Unido Margaret Thatcher, y, desde luego, su
liberalismo extremo no calzan nada bien con esa tradición política.

 

En cualquier caso, la inestabilidad de ese aliado es, por lejos, el menor de
los problemas que tiene Milei. Los que lo aborrecen por liberal anglófilo y
librecambista, y por su cercanía al judaísmo, ya lo vienen atacando sin
piedad desde hace tiempo, y los que no lo han atacado todavía no parece que
vayan a empezar a hacerlo justo ahora por esos motivos. Esa alianza, aunque
no exenta de contradicciones ideológicas, parece firme. Salvo por el hecho
de que los nuevos aliados macristas de Milei aspiran a tener incidencia en
zonas de la política que el presidente electo había pactado dejar bajo la
influencia de su vicepresidenta, por ejemplo, la política de seguridad, la
política de defensa y la de inteligencia. O Milei honra sus acuerdos con el
nacionalismo católico (fuertemente comprometido con la defensa de la última
dictadura y la causa de sus represores presos), o no lo hace y entrega, al
menos parcialmente, esas áreas estratégicas a sus nuevos aliados. En
cualquier caso, quedará gente descontenta. Habrá que ver si lo
suficientemente descontenta como para hacer qué cosas.

 

Un gobierno en disputa 

 

La estrategia rothbardiana de Milei de hacer alianzas con la derecha
radical, incluso con la derecha radical antiliberal, y no con la derecha más
moderada tenía su gran culminación, su gran coronación en una victoria en
primera vuelta. Ello no ocurrió, como se sabe. Lo que obligó a Milei a
buscar aliados más centristas para la segunda.

 

La tesis fundamental del populismo libertario, explicó Rothbard, es que el
pueblo trabajador está sujeto a la dominación de una élite extractiva, una
coalición entre unos gobernantes que se hinchan con el dinero extraído
coactivamente a los ciudadanos, unos empresarios que se benefician de ese
mismo dinero merced a sus tratos de favor con políticos de toda laya y
varios grupos influyentes de intereses específicos, como los periodistas,
los artistas, los activistas de organizaciones no gubernamentales y los
profesores universitarios, untados todos con dinero de similar procedencia.

 

Durante su campaña para las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y
obligatorias, y también de cara a la primera vuelta de las elecciones
generales, Milei desplegó un discurso típicamente populista con el que
dividió el campo social en dos grupos, en dos clases enfrentadas: la de los
creadores de la riqueza, por una parte, y la casta parasitaria que no
produce riqueza alguna y vive a costas de la riqueza producida por otros,
que extrae mediante diversos mecanismos coactivos al amparo del aparato del
Estado, por otra. Para la segunda vuelta, en cambio, se plegó más bien al
discurso de sus nuevos aliados, la derecha neoliberal macrista, de la que
previamente había hablado pestes por considerarla parte de esa élite
extractiva, justamente. Quedaba la duda de qué Milei iba a hablar el domingo
por la noche, si el de antes o el de la segunda vuelta. Inequívocamente,
habló el de antes.

 

Milei se impuso con casi 14 millones y medio de votos, que representan casi
el 56 por ciento de los votos que fueron emitidos a uno u otro candidato. Es
indudable que Milei aportó directamente 30 puntos porcentuales a esa
victoria, pero no es menos cierto que los que ahora quizás sean sus socios
de gobierno aportaron los casi 26 puntos porcentuales restantes. Milei
quiere transformar a Argentina en el experimento anarcocapitalista más
grande de la historia. No parece que sus aliados estén por la labor.

 

Mucho, pero muchísimo más importante que las tensiones internas entre
anarcocapitalistas, nacionalistas católicos y otros reaccionarios de
distinto pelaje que integran su fuerza política, mucho, muchísimo más
importante que esas tensiones ideológicas van a ser las que lo enfrenten con
sus aliados externos y posibles socios de gobierno.

 

Cuando a Milei, en la prensa de izquierda, se lo considera un «neoliberal» o
un «neoconservador», se le está bajando drásticamente el precio. Milei no es
un neoliberal ni sus aliados dentro de La Libertad Avanza son
neoconservadores. Milei no es Mauricio Macri, ni Villarruel es Patricia
Bullrich. Milei es un liberal radical, todo lo radical que se puede ser. Su
objetivo de largo plazo, que ha hecho explícito en todo momento, es el de
reducir el Estado a su más mínima expresión, hasta hacerlo casi desaparecer:
hacer que todo, absolutamente todo lo que pueda estar en manos del sector
privado esté efectivamente en manos del sector privado. Pero, aunque juntó
casi 14 millones y medio de votos en la segunda vuelta, solo algo más de la
mitad son suyos. El resto son de la derecha moderada (moderada si se la
compara con él, y con su proyecto), que no quiere extinguir el Estado, ni
muchísimo menos. Reducirlo, sí, desde luego. Extinguirlo, no, en absoluto.

 

Ahora bien, Milei puede que esté loco, pero loco y todo sabe perfectamente
que su desafío al día de hoy es estabilizar la economía y hacer algunas
(pocas) grandes reformas, y, para ello, bien podría contar con el apoyo de
Macri. Ya habrá tiempo para soñar con el proyecto de máximos: privatizar
todo lo privatizable, reducir el Estado a su más mínima expresión, quizás
extinguirlo por completo. Milei es como esos gobernantes comunistas (es
decir, pertenecientes a partidos comunistas) que buscan nominalmente la
instauración de la dictadura del proletariado, pero que, en la práctica, son
indistinguibles, salvo pequeños detalles, de otros gobernantes de izquierda
nominalmente mucho más moderados. Milei no es un neoliberal. Es mucho,
muchísimo más radical que eso, pero es probable que su gobierno se parezca
mucho a uno de corte neoliberal y neoconservador, es decir, uno de corte
relativamente moderado.

 

Será, no obstante, un gobierno en disputa entre la facción neoliberal y
neoconservadora, liderada por Macri, y la facción paleolibertaria,
paleoconservadora y anarcocapitalista, comparativamente muchísimo más
radical, encabezada por el propio Milei. Macri tiene un importante aparato,
y Milei no. Habrá que ver cuánto pesa esto en la futura toma de decisiones.

 

Un electorado posiblemente descontento 

 

El programa de Milei es poco atractivo para los tibios, y debería serlo
también para los votantes personal y socialmente débiles, para los pobres,
para los desamparados, porque la suya es una ideología del éxito mercantil.
Toma el éxito mercantil como medida de todas las cosas, como criterio último
de valor. Todo esfuerzo humano que se traduce en éxito mercantil es valioso;
todo aquel que no se traduce de esa manera, por la causa que sea, carece de
valor. No existe ninguna injusticia, de ninguna clase, si el mercado
distribuye sin intervención alguna premios y castigos. Todos esos premios
son justos, al igual que todos los castigos. Milei tuvo éxito en convencer a
millones de argentinos que no han sido bendecidos hasta ahora por el éxito
mercantil de que el obstáculo para que ello ocurriera había sido
exclusivamente la intervención estatal en la economía y la casta parasitaria
que se beneficia de ella.

 

Milei convocó con éxito a los sectores subalternos, que lo votaron
masivamente. Transformó con éxito el liberalismo, un asunto de gentes de
traje y corbata, en una ideología plebeya, al menos en sus apoyos. En las
próximas semanas y los próximos meses, su gobierno instrumentará un brutal
ajuste de las cuentas públicas. Está por verse si Milei mantendrá o no, en
esas circunstancias, el apoyo obtenido en las urnas.

 

El gran desafío que tiene el presidente electo por delante es, pues, el de
realizar efectivamente su voluntad de no ser tibio. El primer y principal
constreñimiento para ello es la propia realidad económica de la Argentina
que va a heredar. Luego, su marco de alianzas. Después, las fuerzas que se
opongan a su proyecto, dentro y fuera del Parlamento. Y, finalmente, pero no
menos importantes, las limitaciones de su propio proyecto.

 

Milei ha sugerido que la frágil situación económica que enfrenta el país no
solamente no constituye un obstáculo para sus planes, sino que, de hecho,
los facilita. Estas declaraciones son bastante increíbles. Uno pensaría que
el escenario es, justamente, el contrario. En fin, el tiempo dirá. Se verá
si Milei tendrá finalmente, o no, la fuerza y la capacidad para llevar
adelante el experimento anarcocapitalista que busca llevar a cabo. Quizás
sus propios socios de gobierno se lo impidan. Quizás se lo impidan sus
contrincantes. Quizás se lo impidan el descontento y la protesta social.
Quizás se lo impidan una mezcla de todos los factores anteriores. O quizás
no. Quizás consiga llevar a cabo sus planes. Nadie lo sabe.

 

Es muy probable que todo se resuelva bastante rápido. Quizás basten algunas
semanas, algunos pocos meses, para saber a ciencia cierta hasta dónde
llegará, y hasta dónde no, Milei. Si llega lejos en sus planes,
parafraseando una vieja y famosa declaración de un dirigente del Partido
Socialista Obrero Español, Alfonso Guerra, a Argentina ya no la va a
reconocer ni la madre que la parió.

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