Argentina/ Freno (por ahora) a la extrema derecha. [Mariano Schuster/Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Oct 23 12:55:12 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

23 de octubre 2023

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Argentina frena (por ahora) a la extrema derecha



El resultado de la primera vuelta electoral muestra una remontada del
peronismo y abre un nuevo escenario rumbo a la segunda vuelta del 19 de
noviembre, que será entre el peronista Sergio Massa y el libertario Javier
Milei. Algunas de las razones del vuelco del electorado.



Mariano Schuster/Pablo Stefanoni *

Nueva Sociedad, 23-10-2023

https://nuso.org/



Argentina activó el freno. Tras una ola opositora que, en las primarias del
13 de agosto pasado, le pasó por encima al peronismo gobernante y puso al
libertario de extrema derecha Javier Milei a las puertas de la Casa Rosada,
el electorado pareció reaccionar ante lo que parecía un salto al vacío.
Entre las PASO –primarias abiertas, simultáneas y obligatorias– y las
elecciones de este 22 de octubre, la posibilidad de triunfo del candidato
libertario encendió todas las alarmas, y esa sensación le permitió recuperar
terreno a un peronismo que consiguió el milagro que esperaba sin demasiada
convicción. Salvo en el caso del propio Sergio Massa, un político con una
excepcional voluntad de poder.



Massa obtuvo un inesperado 36,6% (9.645.983); Milei, de La Libertad Avanza
(LLA), se estancó en 30% (7.884. 336; y Patricia Bullrich, de la alianza de
centroderecha Juntos por el Cambio (JxC), se derrumbó a 23,8% (6.267.152).



El hecho de que Massa, siendo el ministro de Economía del actual gobierno
peronista, que acarrea una inflación de más de 120% anual y fortísimas
escaladas del dólar, haya obtenido este resultado podría parecer extraño.
Pero el candidato aprovechó su cargo para tomar una serie de medidas
–llamadas despectivamente por algunos medios «plan platita»– que incluyeron
la eliminación del impuesto a las ganancias a los salarios y varios
paliativos a la crisis social que vive el país. Además, en una campaña
caracterizada por las invectivas soeces de Milei y una Patricia Bullrich que
tras la primaria no encontró un eje, Massa apareció como el «adulto en la
habitación». Mientras que Milei intentaba aterrizar, de manera caótica, su
utopía «anarcocapitalista» en un proyecto gubernamental, el apoyo a Massa
terminó siendo una especie de voto defensivo de una parte de la sociedad.
Milei se enredó incluso con su propuesta más efectista –la dolarización– y
se juntó con lo peor de la «casta» que decía combatir, como el sindicalismo
filomafioso del dirigente gastronómico Luis Barrionuevo.



Massa se mostró como presidenciable y apeló a su proverbial pragmatismo:
logró contener el voto de izquierda, parte del cual en las primarias fue al
dirigente social Juan Grabois, y mantener su alianza con Cristina Fernández
de Kirchner, pero también se volvió el instrumento para frenar a Milei,
sobre todo ante el peligro de que este ganara en primera vuelta. Incluso
votantes tradicionales de la izquierda trotskista decidieron «taparse la
nariz» y votar por el ministro de Economía.



Ministro y candidato, Massa hizo gala de su astucia política para
presentarse como alguien que «agarró el fierro caliente cuando nadie quería
hacerlo» y como el hombre que, pese a todo, «frenó el estallido». En ese
mismo sentido, logró instalar, al menos en su discurso, que los diversos
males que aquejan a la economía argentina actual se derivan de las
imposiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), debido al
endeudamiento bajo el gobierno de Mauricio Macri, y de los intentos
desestabilizadores de la oposición de derecha. Al mismo tiempo, logró
despegarse del kirchnerismo, mostrando que como presidente no será el mismo
que como ministro de un gobierno peronista caotizado por las peleas entre el
presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Fernández de Kirchner.
Además, Massa estableció una alianza sólida con el gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien logró su reelección en un
territorio clave para el peronismo.



Massa asumió una campaña en la que se ubicó a sí mismo como el único
político capaz de administrar el Estado argentino. El actual ministro de
Economía se calzó, en definitiva, el traje que mejor le queda: el de un
hombre de la clase política capaz de moverse pragmáticamente por distintos
ámbitos, incluso el del establishment, y de ofrecer diálogos en diversas
direcciones. A fin de cuentas, como el representante de la «casta» política
tan denostada por Milei.



En los debates presidenciales, transmitidos simultáneamente por distintas
cadenas de televisión, Massa enfrentó a sus rivales con un discurso que
destacaba la necesidad de avanzar en una nueva etapa política, sin destruir
las conquistas de los 40 años de democracia que se cumplen en diciembre
próximo. Frente a las posiciones más ideologizadas del kirchnerismo, que han
hecho y hacen gala del «enfrentamiento con la derecha» y de una permanente
conjura del «fascismo», Massa utilizó un discurso que, según sus propias
palabras, se basaba en evitar «la bronca y el odio». Frente a Milei y
Bullrich, ofreció propuestas concretas en distintas materias y evidenció que
la suya será, en distintos ámbitos, una política «centrada». Frente a la
derecha de Milei y Bullrich, trató de aparecer como una suerte de extremo
centro y llamó a un «gobierno de unidad nacional» con «todos», incluidos la
centroderecha y los libertarios. Al mismo tiempo, su campaña se basó en el
poder territorial del peronismo que, tras ser sorprendido por Milei en las
PASO, activó todos los resortes de su poder local. No hay que olvidar que,
para las primarias, el peronismo potenció de diversas formas a Milei para
debilitar a la coalición JxC, a la que consideraba más difícil de vencer en
una segunda vuelta. Al final, esta estrategia podría funcionar.



Mientras que la oposición de Milei y Bullrich proyectaba una visión
fuertemente decadentista del país, Massa centró su campaña en un mensaje
positivo y en la idea de que «no somos un país de mierda». Para reducir a
Milei, afirmó que la propuesta estrella del candidato libertario (la
dolarización) solo se aplicó en tres países: Zimbawe, El Salvador y Ecuador
-este último inmerso hoy en una profunda crisis-. Y para contrarrestar los
ataques de Bullrich, que fue muy dura espetándole que había «duplicado el
índice de inflación», el candidato peronista planteó que la propuesta de
desdoblamiento monetario de la candidata de centroderecha parecía «copiada
de Venezuela y Cuba», dos países con los que la derecha, lógicamente,
relaciona tradicionalmente al kirchnerismo.



Otro de los aspectos claves de la campaña de Massa fue la forma en que se
mostró de cara a la sociedad. El peronismo, incluso el de matriz
progresista, presentó a Massa como un «hombre normal» frente a la «locura»
de Milei. Esa idea de «normalidad» se combinó con la defensa del Estado
frente al «anarcocapitalismo» de la ley de la selva de Milei. Massa, pese a
su propio papel como ministro y contra todo pronóstico, logró volver
convincente su discurso de «previsibilidad».



Tras su victoria en las primarias, Milei no pudo aprovechar el envión para
generar una ola imparable. Los propios libertarios pensaban que estaban
cerca de un triunfo en primera vuelta (con 40% y diez puntos de diferencia
sobre el segundo). Pero, de a poco, su perfil extravagante le fue pasando
factura. Sus frases célebres, como «Entre la mafia y el Estado prefiero a la
mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia
compite»; sus posiciones contra la educación pública, así como su idea de
que debería haber un mercado de órganos humanos o su posición en favor de la
libre portación de armas, comenzaron a perforar su blindaje. Lo mismo
sucedió con su negacionismo del terrorismo de Estado durante la dictadura,
en contra del consenso democrático vigente en el país.



A Milei, sin embargo, no lo afectaron solo sus propias declaraciones –muchas
de las cuales eran previas a la campaña electoral–, sino también la de
algunos otros personajes de su círculo cercano. Por ejemplo, la candidata a
diputada Lilia Lemoine dijo que su primer proyecto sería una ley para
permitir a los varones renunciar a la paternidad, ya que las mujeres, con la
aprobación del aborto en Argentina en 2020, tienen «privilegio de [poder]
matar a sus hijos» y renunciar a ser madres. Y uno de los consejeros de
Milei, Alberto Benegas Lynch, propuso suspender las relaciones diplomáticas
con el Vaticano mientras Francisco siga siendo papa.



Hace algunos años, el propio Milei consideró al papa como «el representante
del Maligno en la Tierra». «Habría que informarle al imbécil que está en
Roma que la envidia, que es la base de la justicia social, es un pecado
capital», dijo, a los gritos, en un programa de televisión. Y luego
sentenció: «Los Estados son una invención del Maligno». Aunque las
declaraciones se produjeron en 2020, se viralizaron tras la victoria del
libertario en las PASO. La respuesta no se hizo esperar y llegó de la mano
de la propia Iglesia católica, cuando un grupo de «curas villeros» (curas de
barrios populares) organizaron una masiva misa de desagravio. La gran
pregunta es cuál sería, en un eventual gobierno de Milei, su relación con el
papa argentino, que nunca visitó su país tras su nombramiento en 2013 y dijo
querer hacerlo en 2024. Lo que sí está claro es la opinión del papa, quien
solo unos días antes de la elección presidencial argentina afirmó sin
mencionar al destinatario: «Les tengo mucho miedo a los flautistas de
Hamelin… el Mesías es uno solo que nos salvó a todos. Los demás son todos
payasos del mesianismo». Massa anunció, en su discurso postelectoral, que
buscará que Francisco visite el país el año próximo. Quizás hoy Milei se
pregunte, como Stalin alguna vez, ¿cuántas divisiones tiene el papa?



La idea de Milei del Estado como mal absoluto a veces tomó un carácter
oscuro, como cuando dijo en televisión, ya siendo diputado: «El Estado es un
pedófilo en un jardín de infantes, con los nenes encadenados y bañados en
vaselina». De hecho, su estabilidad psicológica fue una variable en esta
elección. La propia elite económica desconfía de él –en parte porque en caso
de ganar será minoritario en el Congreso y no tiene equipos serios de
gobierno– y la revista liberal The Economist lo consideró un peligro para la
democracia argentina.



En este contexto, el apoyo de Jair Bolsonaro no le aportó, sin duda,
respetabilidad. El candidato libertario no dejó nada sin hacer en esta
elección. No solo criticó a la casta, sino que se enfrentó a los grandes
medios y consideró «ensobrados» (sobornados) a varios de sus periodistas.
Además, criticó sin piedad a Bullrich, la candidata apoyada por gran parte
del establishment y a quien él mismo elogiaba poco tiempo antes. La llamó
«montonera asesina» por su militancia en el peronismo revolucionario de los
años 70. Negacionista del cambio climático y admirador de Donald Trump y del
partido ultra español Vox, y con una motosierra como símbolo de campaña,
Milei encarnó lo que el estadounidense Jeffrey Tucker llama «libertarismo
brutalista», con un proyecto y una puesta en escena que han atraído a muchos
votantes (su 30% era inimaginable hace unos meses) pero también ha, asustado
a demasiada gente, que votó para evitar su victoria.



JxC tendrá, pese a su declive en las presidenciales, un gran número de
gobernadores provinciales. Pero muchos de ellos pertenecen a la Unión Cívica
Radical (UCR), una fuerza política histórica que integra JxC pero cuya
relación con el partido de Mauricio Macri -Propuesta Republicana (PRO)- no
ha estado exenta de tensiones. Con la derrota electoral de Bullrich, se abre
la pregunta sobre la continuidad de esta coalición. Milei ha logrado dar el
sorpasso –al menos en esta contienda electoral– y algunos de los que
integran JxC podrían tomar otras direcciones. ¿Se sumarán dirigentes
radicales al «gobierno de unidad nacional» que propone el candidato
peronista? Las incógnitas se irán despejando en los próximos días.



Se abre ahora un nuevo escenario: Massa buscará aprovechar el cambio de
expectativas para darle un impulso decisivo a su campaña y deberá atraer a
votantes de centro y centroderecha, y también a los del peronista disidente
Juan Schiaretti, que obtuvo casi 7% (1.784.315). Milei, por su parte,
buscará atraer los votos de Bullrich para lograr, en sus palabras, la
«revolución liberal». Tras los resultados, el libertario desplazó sus
ataques al kirchnerismo y tácitamente llamó a Bullrich y a su sector a una
alianza, tratando de suturar heridas. El escenario es abierto, aunque la
cancha se inclinó este 22 de octubre en favor de Massa.



* Mariano Schuster, periodista. Es editor de la plataforma digital de Nueva
Sociedad. Fue jefe de redacción de las publicaciones socialistas argentinas
La Vanguardia y Nueva Revista Socialista. Colabora con medios como Letras
Libres y Le Monde diplomatique, entre otros. Es coautor de Mario Bunge y
Carlos Gabetta (comps.): ¿Tiene porvenir el socialismo? (Eudeba, Buenos
Aires, 2013).

Pablo Stefanoni, jefe de redacción de Nueva Sociedad. Coautor, con Martín
Baña, de Todo lo que necesitás saber sobre la Revolución rusa (Paidós, 2017)
y autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha? (Siglo Veintiuno, 2021).

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