Argentina/ Del "voto castigo" al "voto defensivo". [Fernando Rosso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Oct 23 23:38:49 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

23 de octubre 2023

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Argentina



Massa y Milei al ballotage



Del “voto castigo” al “voto defensivo”



Los resultados de ayer se explican por el temor que generaron en un sector
de la sociedad las propuestas más radicales de ese “fenómeno aberrante” que
encarna Javier Milei. Y confirman que Argentina sigue bloqueada: ninguna
fuerza política logra la fuerza suficiente para desempatar el partido.



Fernando Rosso

Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, 23-10-2023

https://www.eldiplo.org/



Si en las primarias de agosto Javier Milei fue la difusa herramienta que
utilizó una parte de la sociedad argentina para castigar a la dirigencia
política tradicional (a la que consideraba responsable de sus penurias), en
las generales de este domingo Sergio Massa fue el instrumento defensivo ante
el fenómeno aberrante en el que se había transformado el líder de La
Libertad Avanza (LLA) y la camarilla que lo acompaña.



Antes de las PASO (elecciones internas primarias: ndr), Milei se había
convertido en una especie de “significante vacío” al que cada adherente
colmaba con su bronca y sus demandas, mientras que el costo de sus
soluciones mágicas lo iba a pagar “la casta”. Ciertos sectores sociales
precarizados o despojados de derechos (parte de una nueva sociología del
mundo del trabajo) se habían sentido cautivados por una propuesta que
supuestamente no pretendía ajustar a nadie, que estaba en contra de los
políticos privilegiados, de los sindicalistas que entregaban a sus
trabajadores o de los empresarios prebendarios del Estado. Milei, además,
había logrado construir una imagen de economista que “sabía de números”, un
diferencial frente a los referentes de las dos coaliciones que vienen
gestionando la economía argentina desde hace una década.



Sin embargo, luego del batacazo de agosto y subido al éxito, su discurso y
el de los referentes de su partido comenzó a desplegar su verdad. Confundir
respaldo electoral con adhesión a los postulados ideológicos es un vicio de
casi todas las formaciones políticas en el último tiempo.



La actitud de un pirómano irresponsable e insensible que convocó al retiro
masivo de depósitos bancarios cuando el dólar había sobrepasado la barrera
psicológica de los mil pesos y la inflación se desbocaba fue una primera luz
roja. Como reflexionó un editorialista del diario La Nación: una cosa es
pretender que la bomba le explote a este Gobierno y otra muy distinta es
pasearse por la plaza del pueblo con la mecha encendida mientras todo está a
punto de estallar. Alguna vez Lenin escribió: “la realidad explicó su
dogma”. Esta vez quedó demostrado que el canto de sirena de una dolarización
armoniosa tenía como contracara una violenta hiperinflación. Las banderas
desplegadas de la privatización de todas las cosas (YPF, los ferrocarriles,
la educación, los ríos y hasta el mar y las ballenas); la apropiación del
discurso de los jerarcas militares en el debate presidencial (la teoría de
la “guerra” y de los “errores y excesos” durante el genocidio); el llamado a
la ruptura de las relaciones diplomáticas con los principales socios
comerciales del país (China o Brasil) y hasta con el Vaticano; y el proyecto
de ley de una de sus referentes que postulaba que los padres pudieran gozar
del curioso “derecho” de renunciar a la paternidad; todo esto completó un
combo que combinaba un neoliberalismo talibán con algunos delirios cósmicos.
Dicho sintéticamente: se pasaron de rosca, se sobregiraron, embriagados por
el triunfo.



Evidentemente, aquellos votantes que rechazaban y querían superar la “mímica
de Estado” (expresión de la crisis de proyecto de Unión por la Patria) o el
“neoliberalismo progresista” no pretendían al costo de la tierra arrasada de
un neoliberalismo salvaje.



Después de su triunfo de las PASO, Milei cambió la música (moderó sus
formas, como demostró en los debates), pero radicalizó la letra de su
programa ideológico-político. Más tranquilo y sereno, afirmó a cielo abierto
que su pretensión era ponerse el país de sombrero. De su admirado Carlos
Menem no había aprendido la lección política principal: “Si decía lo que iba
a hacer, no me votaba nadie”, tal como afirmó alguna vez el riojano para
explicar una de las claves de su éxito inicial.



El establishment que había impulsado la presencia de Milei en el escenario
público (para derechizar la agenda) se asustó de su propia creación y
comenzó ordenar que se lo castigue desde los grandes medios, mientras que
parte del peronismo, que lo había ayudado porque creía que solo afectaba a
Juntos por el Cambio, también dejó de colaborar con el líder de La Libertad
Avanza.



Las ventajas de Massa



Desde el búnker de Unión por la Patria (UxP), mientras esperaba el discurso
de Sergio Massa, el camionero Pablo Moyano sintetizó la dialéctica de la
disputa electoral: “La mejor campaña del peronismo fue el discurso de
Milei”, dijo.



Efectivamente, junto con algunas concesiones económicas (quita de impuesto a
las ganancias sobre el salario, devolución del IVA), Massa y UxP
usufructuaron la narrativa radicalizada hacia la ultraderecha de Milei para
desplazarse sensiblemente hacia la centroizquierda (defensa de derechos,
libertades democráticas y propuestas como la reducción de las horas de
trabajo). Milei facilitó la tarea para desplegar una “campaña del miedo” que
fue efectiva en el contexto de cierto terror económico provocado por la
inflación y la crisis crónica. Desde ese lugar y deslindándose de las
responsabilidades por el fracaso estrepitoso de este gobierno (se presentó
como el salvador de la gestión de Alberto Fernández), Massa logró una fuerte
recuperación (sumó más de tres millones de votos a nivel nacional entre las
PASO y las generales). El panperonismo, que venía muy dañado por los pésimos
resultados de la gestión de Alberto Fernández y cruzado por un internismo
eterno, logró reordenarse en torno a un nuevo liderazgo que en la noche del
domingo afirmó que quiere dejar atrás la famosa grieta y no nombró ni al
actual presidente ni a Cristina Kirchner.



El límite para el candidato oficialista, tanto hacia el ballotage (para el
que quedó como favorito) como ante una eventual presidencia, reside en el
programa acordado con el Fondo Monetario Internacional, que obliga a lo que
eufemísticamente llaman un “reordenamiento económico” que no es más que una
hoja de ruta de ajuste. Además, la recuperación electoral entre las PASO y
las generales puede escamotear un dato relevante: entre 2019 y hoy el
peronismo perdió tres millones y medio de votos.



Macri ya fue



Las dos fuerzas ganadoras (UxP y LLA) se alimentaron del derrumbe
estrepitoso de Juntos por el Cambio (JxC) que, de la mano de la candidatura
de Patricia Bullrich, retrocedió más de cuatro puntos con respecto a las
PASO y no pudo retener los votos que había obtenido Horacio Rodríguez
Larreta. Los números permiten suponer que una parte importante de ese
electorado migró hacia Massa y, en el caso de Córdoba (meca del macrismo en
sus mejores días), hacia Juan Schiaretti. Bullrich, alentada por Mauricio
Macri, fue la mejor candidata para derrotar a Larreta y la peor para encarar
la elección general. Luego de las PASO quedó transformada en una extraña
ave, mezcla de halcón y paloma. La radicalización de JxC luego del fracaso
del gobierno de Macri estuvo entre las causas de la emergencia de Milei, que
terminó fagocitando gran parte del electorado amarillo. El fin o la
reconfiguración de la grieta también tendrá lugar por la muy probable
disgregación de la coalición macrista. La noche del domingo, Bullrich emitió
mensajes favorables a Milei de cara al ballotage; se supone que parte del
radicalismo no la seguirá.



Como sea, distintos referentes de JxC comenzaron a disparar contra el padre
de la derrota (Macri), que durante la campaña emitió declaraciones que
parecían un apoyo implícito a Milei y que, luego del “paso al costado” con
la renuncia a cualquier candidatura (festejado como un acto de grandeza por
algunos comunicadores), arrastró a su coalición a la peor derrota de su
historia.



Empate y relación de fuerzas



La noche de las PASO escribimos en Le Monde diplomatique: “Ante la
‘depresión pos-PASO’ que seguramente invadirá a las almas espantadas del
progresismo, corresponde afirmar que Milei no escapa a la ‘maldición’ de la
encrucijada argentina. Aquella que sentencia que triunfo electoral no es
sinónimo de conquista de una relación de fuerzas para imponer un proyecto
político. El ganador de la jornada también corre el riesgo de tomar la parte
por el todo y todavía está por medirse el tamaño de su esperanza.”
(https://www.eldiplo.org/notas-web/milei-la-cosa-y-las-causas/)



De manera laberíntica, la relación de fuerzas se manifestó en las elecciones
generales. El último mohicano en reconocerla fue el mismo Milei, que en su
discurso de la noche del domingo dio un inédito giro “gradualista” y afirmó,
como Macri en 2015: «No vinimos a quitar derechos, sino a liquidar
privilegios». En el mismo acto, propuso un pacto con Bullrich y se apropió
del discurso anti-kirchnerista rabioso que condujo al fiasco de la coalición
amarilla. Es decir, Milei sugiere un contubernio con la peor de las castas,
aquella que acaba de morder el polvo de la derrota.



Del mismo modo, quedó desmentida la tesis que sentenciaba un giro unilateral
y mecánico hacia la derecha o un avance imparable del “fascismo”, y mantiene
vigencia la “ley” del país del empate: la capacidad que tienen las
coaliciones de vetar el proyecto de los otros sin lograr la fuerza
suficiente para imponer de manera permanente el proyecto propio. La
configuración del nuevo Congreso da cuenta de esta realidad.



El país trabado y de los vetos cruzados sigue encerrado en su laberinto —más
allá de la apariencia de desenlace que brinde el ballotage—, mientras la
crisis económica se agrava y se sostienen los férreos condicionantes
estructurales que demandan una reorganización económica para la que nadie
reúne las condiciones políticas.

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