Chile/ El gobierno de Salvador Allende. Notas para un balance. [Luis Vitale]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Sep 11 00:07:37 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

11 de septiembre 2023

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Chile



El gobierno de Salvador Allende



El texto que a continuación reproducimos es un fragmento del capítulo “El
gobierno de Salvador Allende”, del libro  “Para recuperar la memoria
histórica. Frei Allende y Pinochet” (Ediciones ChileAmérica – CESOC,
Santiago de Chile, julio de 1999), obra colectiva de Luis Vitale, Luis
Moulian, Luis Cruz, Sandra Palestro, Octavio Avendaño, Verónica Salas y
Gonzalo Piwonka. (Redacción)



Notas para un balance



Luis Vitale *



Si de algo no puede criticarse al Presidente Allende es no haber cumplido lo
prometido en su campaña electoral, porque durante su gobierno realizó
íntegramente su propuesta programática. Nadie puede criticarle que no haya
convertido a Chile en un país socialista, en el sentido más profundo del
concepto, es decir, de un cambio del sistema capitalista a un modo de
producción socialista, porque nunca hizo esa promesa.



En términos de Sociología Política, agotó en lo fundamental el programa de
cambios que caracteriza a una revolución democrático-burguesa -así concebida
en la historia después de la Revolución Francesa de 1789- porque realizó la
Nacionalización de las materias primas básicas de la minería, del sistema
financiero y de telecomunicaciones, logrando la estatización de la Baca y la
nacionalización de la Compañía de teléfonos, la ITT, además de crear un
sector económico denominado “área social”. Terminó con el latifundio a
través de una Reforma Agraria que condujo a la expropiación de 5 millones y
medio de hectáreas y su inmediata entrega a los campesinos, uno de los
puntos fundamentales que caracterizan un proceso democrático-burgués.



La Nacionalización del cobre fue la media más importante adoptada en el
gobierno de Salvador Allende:



a-  por haber reafirmado el derecho de nuestros países latinoamericanos a
recuperar sus riquezas enajenadas por la clase dominante al capital
monopólico extranjero;



b- por haber dado concreción histórica, en un país determinado de nuestra
América -Chile- a uno de los puntos clave del proceso de Liberación
Nacional, inspirado en la concepción bolivariana y en el pensamiento
nacional-antiimperialista de precursores de nuestra soberanía como José
Martí, Eloy Alfaro, José María Vargas Vila, Manuel Ugarte, César Augusto
Sandino, José Carlos Mariátegui, Salvador de la Plaza y Julio Antonio Mella;



c-  por haber recuperado la memoria histórica de chilenos que supieron
defender la soberanía de las riquezas nacionales, como Pedro Félix Vicuña,
Francisco Bilbao, Santiago Arcos, José Manuel Balmaceda, Luis Emilio
Recabarren, Marcial Martínez, Tancredo Pinochet Le Brun, Eugenio Matte
Hurtado y Ricardo A. Latcham;



d-  por haber puesto de manifiesto que los gobiernos de los países altamente
industrializados, como los de Europa y los Estados Unidos, protegen los
intereses de las transnacionales, violando la Declaración Universal aprobada
por las Naciones Unidas, en orden a reconocer el derecho de los pueblos a la
autodeterminación y a darse el gobierno que libremente escojan;



e-  por haber puesto de relieve que las grandes potencias, en nombre de su
particular concepción de Democracia, se arrogan el derecho a intervenir en
los países del llamado Tercer Mundo, directamente con tropas, bombardeando y
afectando gravemente la propia Declaración sobre los Derechos Humanos, o
promoviendo golpes militares, como sucedió en Chile, Brasil, Paraguay,
Uruguay, Argentina, Bolivia, Perú, Centroamérica, Jamaica, Granada y Guyana,
además de naciones de África y de Asia, desconociendo la Constitución y las
leyes que esos pueblos aprobaron democráticamente y legitimando largas
dictaduras militares.



Puede criticarse la gestión gubernamental de la Unidad Popular por cierta
falta de eficiencia en la administración de algunas empresas nacionalizadas,
además de expresiones de sectarismo político con la oposición y entre los
mismos partidos de izquierda, ratificadas por el propio es-secretario del
PC, Luis Corvalán en sus Memorias: “El sectarismo hizo mucho daño. Las
conductas sectarias y prepotentes tomaron cuerpo en una parte de la Unidad
Popular.” [1] Además, hubo debilidades tácticas y pasos inoportunos,
especialmente haber lanzado el proyecto de Educación Nacional Unificada
(ENU) que, sin proponérselo, fue utilizado por la oposición política como
pretexto para acusar a la UP de terminar con la enseñanza privada o de los
Colegios particulares, propuesta que nunca hizo la ENU.



Del mismo modo, fue una argucia sostener que Allende estaba entregado al
“bloque socialista”, cuando está plenamente demostrado que proclamó a Chile
como país no alineado, junto a los pueblos del “tercer mundo”. Menos aún,
fue títere de la Unión Soviética para implantar el “comunismo”; la prueba es
que Chile entre 1970 y 1973 no recibió ninguna ayuda económica sustancial de
los países autodenominados “socialistas”, como lo dijo el propio Allende en
reuniones privadas al regreso de su gira por Europa (“sólo he recibido 20
millones de marcos del gobernante de la República Federal Alemana, Willy
Brandt”). Información confirmada después, en 1997 y 1998 por un alto miembro
de la KGB, el general Nikolai Leonov, ex subdirector de Inteligencia del
Comité de Seguridad Estatal Soviético. [2] Entre otras cosas, manifestó al
reportero italiano de “L’Unità”, Giancarlo Summa, “el gobierno de la Unidad
Popular solicitó 30 millones de dólares en 1973. El Comité Central nos pidió
la opinión y nosotros, después de largas discusiones, dimos una respuesta
negativa”. [3]



No existe ningún fundamento serio -a la luz de una aproximación a la verdad
histórica- para acusar a Salvador Allende de arrasar con el Estado burgués y
el sistema capitalista, instaurando el Socialismo en el sentido más riguroso
del término; objetivos que, salvo el MIR y el FR y un sector del PS, nunca
pretendieron aplicar los partidos de gobierno, especialmente el PC, que se
limitaba a realizar la fase democrático-burguesa, consecuente con su
concepción de la “revolución por etapas”. El plan de la UP, explicitado en
las fuentes de la época, era llegar lo más fortalecida posible a las
elecciones presidenciales de 1976. Cualquier otra especulación política
acerca de un supuesto autogolpe fue otro de los tantos pretextos para
justificar el golpe militar.



Por lo tanto, las acusaciones formuladas al gobierno de Allende sólo
tuvieron como finalidad crear un ambiente favorable al Golpe Militar, que
restaurar el antiguo y tradicional sistema de dominación de clase practicado
por los gobiernos oligárquicos de los siglos XIX y XX.



La estrategia de la UP de utilizar la legalidad para consolidar el proceso
actuó como un verdadero “boomerang”, pues los partidos de oposición se
basaron en mecanismos legales, que ellos mismo crearon, para imponer
paradójicamente una salida ilegal. Mientras la UP juraba fidelidad a la
legalidad, el Partido Nacional y la Democracia Cristiana utilizaban el
serrucho legal para atentar contra la Constitución y el gobierno elegido con
la más amplia mayoría democrática de la historia chilena. Al mantenerse
intacto el edificio de la institucionalidad creada por la clase dominante
(Parlamento, Poder Judicial, Contraloría y Fuerzas Armadas), se dieron
objetivamente las condiciones para el derrocamiento del gobierno de la UP.



Conclusivamente, al análisis objetivo de los hechos, por encima de cualquier
enfoque ideologizante, nos permite afirmar que en los 1004 días del gobierno
de Allende se mantuvieron las reglas generales del sistema capitalista,
aunque con el cumplimiento acabado de las tareas democrático-burguesas no
resueltas por anteriores presidentes de la República. Por lo tanto, no se
pasó, en rigor, del capitalismo al socialismo, entendiendo que una
Revolución Socialista significa el remplazo de la clase dominante por la
clase trabajadora, el desmantelamiento de las instituciones del Estado
burgués, principalmente sus Fuerzas Armadas y el Parlamento.



Por consiguiente, también fue y es equivocado caracterizar el gobierno de la
UP como fase de “transición al socialismo” porque la Ciencia Política y los
clásicos del marxismo, desde Marx hasta Lenin y Trotsky, han demostrado que
el período de transición comienza con la toma del poder por la clase
trabajadora, junto a otros movimientos sociales, generando un Estado de
nuevo tipo, gobernado por organismo representativos de los trabajadores. Se
toman medidas de nacionalización, sin confundir socialización con
estatización de empresas, conceptos que frecuentemente han confundido los
analistas del gobierno de Allende, donde efectivamente se estatizaron
grandes empresas, sin que ello faculte para hablar de socialismo en Chile,
pues hubo estatizaciones en la Argentina de Perón, en la Bolivia de Paz
Estenssoro, en el México de Cárdenas, sin que por ello se los pueda
calificar de socialistas.



Durante ese período se van tomando medidas de carácter socialista como la
administración de las empresas por los trabajadores, creación de granjas
colectivas, abolición de la propiedad privada de los medios de producción en
manos de los grandes empresarios, pudiendo subsistir los pequeños
propietarios urbanos y rurales. No existen precedentes de que dicha
transición culmine en el establecimiento de la Sociedad plenamente
Socialista, fenómeno que no ha ocurrido en ningún país, incluyendo a Rusia,
China, Europa Oriental, Corea, Vietnam y Cuba. Este período de transición
puede durar muchos, como se prolongaron otros períodos de transición en la
historia, como los siglos de transición del modo esclavista al feudal y del
modo de producción feudal al capitalista. Ningún cientista político riguroso
podría probar con hechos que Chile bajo la UP vivió esta fase de transición
al socialismo.



En la buena senda de la autocrítica: Pedro Vuskovic



Uno de los mejores balances del gobierno de la UP fue hecho por el destacado
ministro de Allende, el economista Pedro Vuskovic. En su trabajo “Política
económica y Poder Político”, publicado en 1976, fue uno de los pocos
dirigentes de la UP que se atrevió a formular una rigurosa autocrítica,
dentro de una evaluación positiva de las medidas adoptadas por el Presidente
Allende.



Comienza diciendo que “se deja sentir la necesidad de análisis críticos y
autocríticos que surjan desde las propias fuerzas populares (…) esa tarea de
evaluación está todavía pendiente (…) lo primero que se destaca en la
experiencia del Gobierno Popular es la confrontación de unas tareas muy
grandes y decisivas, que quedaban entregadas a la política económica, y la
relativa debilidad de la base de sustentación política en que debía
desenvolverse”.



Vuskovic manifiesta que los partidos de la UP no comprendieron la íntima
relación entre los objetivos de largo alcance y los de corta duración: “De
un lado, se puso en duda la necesidad del entrelazamiento y simultaneidad de
ambos objetivos, sugiriendo que representaban la coexistencia de dos
políticas diversas. Una ‘reformista’, que acentuaba los objetivos de
estabilidad, redistribución y ascenso en los niveles de vida material; y
otra ‘revolucionaria’, de expropiación de la burguesía e inicio de
transformaciones socialistas. De otra parte, se valoraba como fundamental la
aportación política que venía representando la política económica de corto
plazo, cuyos resultados inmediatos se los visualizaba como apoyos que no
debían arriesgarse en un avance rápido de las expropiaciones y el área
social, que pudiera deteriorar las posibilidades de neutralizar y ganar más
fuerza en la pequeña burguesía; en consecuencia, tendía a frenarse la
segunda (…). Como en otros aspectos, las diferencias de entendimiento
político del proceso al interior de la UP obstaculizaron una decisión
política definida y la conducción de la política económica osciló
erráticamente entre ambas opciones”.



Actor y testigo de los debates ministeriales, Vuskovic señala con franqueza
que la UP no fue capaz de actuar con rapidez frente a la cerrada oposición
burguesa: “Todo el proceso esta llamado inevitablemente a desenvolverse en
los marcos de una creciente agudización de la lucha de clases y de
confrontación con el imperialismo. Este era el hecho central al que debía
responder la dirección política en sus diversos planos y desde luego, en el
más restringido de la política económica. En este sentido, se lo hubiera
tomado con la consecuencia necesaria, la preparación para esa confrontación
inevitable debió y pudo expresarse en una diversidad de aspectos: en la
velocidad con que se afectaban las bases de sustentación de la burguesía, en
el grado de reorientación de las vinculaciones económicas externas, en una
variedad de decisiones sobre la conformación y manejo del Área de Propiedad
Social, y hasta en una utilización más cautelosa de las reservas en
previsión del cerco financiero que tendería el imperialismo”.



Respecto de la participación popular y el papel de los Cordones Industriales
manifiesta que había ideas contrapuestas dentro de los partidos de la UP:
“Lo encuentros sectoriales de los trabajadores llegaron a significar un
poder real, pero sin que fueran reconocidos formalmente ni estimulados y
apoyados por la estructura administrativa y la dirección política, al
reproducir también a este propósito las discrepancias internas respecto a la
concepción de la política de masas. Con mayor razón sucedió así cuando se
trató de iniciativas que excedían la esfera de la producción para
constituirse en expresiones más generales de poder en un sentido más amplio,
como ocurrió con los Comandos Comunales y los Cordones Industriales”. (…) El
acceso a la participación fue relativamente amplio en las empresas del área
social, pero muy limitado en el de las empresas del área privada, en las
cuales se propició sólo la constitución de unos ‘comités de vigilancia’ con
escaso poder y a cuya formación y estímulo se dedicó en la práctica muy poca
atención”.



Vuskovic es transparente en el señalamiento de que al interior de la UP “se
confrontaban discrepancias entre concepciones que atribuían más importancia
a una política de masas y a una política de alianzas, discrepancias que en
los hechos fueron resueltas generalmente a favor de las últimas. (…) La
política de alianzas (con sectores de centro) sacrificaba el desarrollo de
una política de masas. (…) No se percibió suficientemente la potencialidad
de movilización de masas y de gestación y desarrollo de nuevas formas de
poder popular.” [4]



* Luis Vitale (1927-2010), nacido en Argentina, historiador, intelectual
marxista de referencia, militante histórico de la izquierda socialista
revolucionaria chilena. Autor de numerosos libros y ensayos sobre la
historia política y social de Chile y América Latina.



Notas



1] Luis Corvalán: “De lo vivido y lo peleado”, Ed. LOM, Santiago, 1997.
Asimismo, el reportaje que le hizo Hernán Millas con el título “Los
porfiados hechos de Lucho Corvalán”, diario La Época, 21-9-1997, p. 11.

2] Entrevista de la periodista Tamara Avetikian, El Mercurio, Santiago,
26-9-1998, p. 27.

3] Reportaje reproducido por la revista chilena Punto Final, Santiago,
agosto de 1997, p. 27.

4] Pedro Vuskovic, “Obras escogidas sobre Chile, (1964-1992), compilador:
Raúl Maldonado, Ed. Del Centro de estudios Políticos Latinoamericanos Simón
Bolívar, CEPLA, Santiago, 1993.

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