Brasil/ ¿quién es la izquierda que la derecha prefiere? [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Sep 16 12:16:44 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 16 de setiembre 2014

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A l’encontre – La Breche

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Brasil

¿Quién es la izquierda que la derecha prefiere

Valerio Arcary *

Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

“No importa el tamaño de la montaña, ella no puede tapar el sol”. (proverbio
popular portugués)

La campaña electoral de 2014 es la más impredecible desde 1989. Es natural,
por eso, que sea la más ríspida. La aspereza de las reacciones polémicas es
proporcional a la incertidumbre sobre quien vencerá en las elecciones
presidenciales. La inseguridad es enemiga de la serenidad. No fueron pocos
los artículos dedicados a disminuir y descalificar a la oposición de
izquierda y, en especial, al PSTU (Partido Socialista de los
Trabajadores-Unificado), durante el último mes.

Valter Pomar afirmó, por ejemplo, concluyendo un texto reciente: “en el
actual período histórico, quien cree posible derrotar al mismo tiempo a la
derecha y al PT (Partido de los Trabajadores), acaba generalmente
volviéndose línea auxiliar de la derecha”. Otros militantes de la izquierda
petista han aseverado que el PSTU sería un partido irrelevante porque Zé
Maria (José María de Almeida, candidato presidencial del PSTU) no superó 1%
de las preferencias de voto en las encuestas de opinión. Breno Altman, por
ejemplo: “Pero no es apenas la influencia electoral de esos partidos lo que
pifia. También son las fuerzas de poca envergadura en el movimiento
sindical, estudiantil y campesino. No pasan de franjas aisladas en la
intelectualidad (…) Aunque se pueda criticar a los gobiernos de Lula y Dilma
por la eventual opción por un reformismo débil, al decir de André Singer, el
hecho es que se construyeron en herramientas de resistencia al
neoliberalismo en todos los terrenos (…) la insistencia en esa política
sectaria hace la ultraizquierda un aliado objetivo de las fuerzas
reaccionarias en momentos de gran polarización y disputa”.

Los cuatro argumentos pueden impresionar, pero son faltos. Primero, la
acusación de que la oposición de izquierda cumple el papel de una línea
auxiliar de la derecha es indigna. No vale todo en política. Línea auxiliar
de la oposición burguesa es una denuncia pesada. Cualquier persona puede
comprender que en la lucha política existen más que dos campos, oficialismo
y oposición. Existen clases sociales, y ellas se expresan a través de varios
partidos.

Con esta insinuación absurda -“aliados objetivos de fuerzas reaccionarias”-
los dirigentes de la izquierda petista no están ofendiendo solamente a la
oposición de izquierda. Están, también, desafiando la inteligencia de su
propia militancia, porque están agrediendo la historia del PT.

El amalgama de oposición de izquierda con la de derecha, puede parecer,
políticamente, eficaz, pero es deshonesto. Un mínimo de decencia en la
polémica de ideas exige reconocer que los partidos de la oposición de
izquierda han atacado, implacablemente, a la oposición de derecha, sea
Marina Silva o Aécio Neves. Tanto o más que a la candidatura del gobierno.
Zé María dio la palabra a Osmarino Amâncio para denunciar que Marina Silva
no era la heredera de los ideales de Chico Mendes.

Si este fuera el criterio a tener en cuenta, el PT no podría haber nacido.
Por el PT surgió desafiando el liderazgo del MDB (Movimiento Democrático
Brasilero) y, por tanto, dividiendo la unidad de las oposiciones a la
dictadura. Por este criterio, la candidatura de Lula en 1982 contra Franco
Montoro y Reynaldo de Barros, hombre de Paulo Maluf, era ilegítima, porque
favorecía la victoria del partido de la dictadura. Fue esa la acusación que
el PCdoB (Partido Comunista del Brasil) y el MR-8 (Movimiento
Revolucionario-8 de Octubre) le hicieron al PT durante casi una década,
durante los años 80.

La premisa de que, quien no está con nosotros, objetivamente, es aliado de
nuestros enemigos es falsa. Pero lo peor es que este razonamiento binario
viene asociado a otro más peligroso. Realmente, ¿todavía hay quien piense
que sólo el PT representa a los trabajadores y sus intereses?. ¿No parece
ridícula esta conclusión, si la izquierda petista no puede dejar de admitir
que, durante doce años, los grandes grupos capitalistas no pararon de ver
como sus ganancias crecían? Alguien tendría que explicar, por ejemplo, si el
PT es el único partido que defiende a los trabajadores, por qué el Ministro
de Justicia del gobierno Dilma y dirigente del PT, José Eduardo Cardoso,
cuando la huelga que los metroviarios le hicieron al gobierno derechista de
Geraldo Alckmin en San Pablo declaró: “Sea por lo que fuera, el gobierno del
estado puede contar con el apoyo instrumental del gobierno federal”.

En segundo lugar, ser mayoría no basta para demostrar quién tiene razón en
una polémica política. Apenas evidencia cual es la propuesta, o el partido,
o la candidatura que tiene mayor apoyo, en determinada circunstancia. El
apoyo que una propuesta, un proyecto, una candidatura puede tener no prueba
nada, absolutamente nada, sobre la corrección de la política defendida.

Los bolcheviques, una referencia que compartimos, fueron una ínfima minoría
en la Segunda Internacional en 1914. Fueron, también, minoría en Rusia hasta
agosto de 1917, por tanto, durante más de veinte años. Parece hasta cruel
tener que recordarles a dirigentes de la izquierda petista que son minoría,
por los menos desde hace dos décadas dentro del PT, que el hecho de haber
sido derrotados, sistemáticamente, no invalida las propuestas que
defendieron.

Un partido puede salir derrotado, electoralmente, y aun así obtener una
victoria política. O al revés, salir derrotado, políticamente, a pesar de
una victoria electoral. El PT salió derrotado en la urnas en 1989, pero
salió fortalecido. Un partido que renuncia a su programa para surfear una
ola electoral, absorbiendo las ideas de otros partidos, puede tener una
excelente votación, pero saldrá derrotado de las elecciones. En otras
palabras: una evaluación seria, con el objetivo de comprender si un partido
fue o no, políticamente victorioso, debe tener como criterio un examen de la
defensa o no de su programa. No solamente el resultado electoral.

La audiencia del PSTU no es tan residual como piensa la izquierda del PT.
Los trotskistas estuvieron presentes en las luchas recientes más
importantes: construcción en Belo Monte de Pará, Comperj en Rio de Janeiro,
petroleros en más de una decena de estados, profesores por todo el país,
rodoviarios de Porto alegre y Pernambuco, bomberos de Río de Janeiro,
metroviarios y USP (Universidad de San Pablo, etc. Al defender una salida
socialista para Brasil, aunque todavía tenga pocos votos, el PSTU será
políticamente victorioso, porque la propuesta corresponde a las necesidades
de la revolución brasilera. Derrotados serán los socialistas cuyos partidos
no estuvieron en las luchas y en las elecciones no defendieron el
socialismo.

Es fácil comprender porque debe ser gratificante para los dirigentes de la
izquierda petista, saborear la perspectiva de derrota electoral del PSTU
como una confirmación de su estrategia hibernación secular. Se trata, una
vez más, de un caso clásico de autoengaño: una alegría ilusoria. La posible
victoria de Dilma, si finalmente ocurre, significará una derrota, no una
victoria de la izquierda petista. Porque será para la izquierda del PT una
victoria a lo Pirro. Pomar, que es un observador lúcido, ya olió el peligro.

Los primeros cien días de un posible segundo mandato de Dilma, serán
suficientes para que quede claro el tamaño del ajuste fiscal que se viene,
entre otras medidas reaccionarias. Claro que una derrota de Dilma será una
irrevocable derrota de la izquierda petista. Pero la dialéctica del proceso
es que una posible victoria de Marina Silva será, también, una derrota de
los trabajadores, porque Marina hará un ajuste tan grande, sino mayor, que
el de Dilma. Con las trágicas consecuencias de aumento del desempleo y caída
del salario medio. En resumen, 2015 no aparece prometedor.

En tercer lugar, la explicación de la probable pequeña votación de las
candidaturas presidenciales del PSTU, PSOL (Partido Socialismo y Libertad) y
del PCB (Partido Comunista Brasilero), no reside en su posicionamiento como
oposición de izquierda. Lo sorprendente, es que un año después de junio
2013, todavía haya tanto mezquindad en admitir que una parcela mayoritaria
de la juventud asalariada urbana, con mayor escolaridad, se ha desplazado
hacia la oposición.

Como mostraron sucesivas encuestas, es en la faja etaria hasta 35 años, en
los sectores sociales con ingreso entre dos y cinco salarios mínimos, y
entre aquellos con enseñanza-media completa y superior incompleta, que la
candidatura de Marina Silva tiene la mayor ventaja en relación a Dilma.
Imaginar que esa votación corresponde a la vieja clase media reaccionaria
es, simplemente, ceguera indefendible. Y obtuso. No fue, por tanto, por su
posicionamiento como oposición al gobierno de coalición con el PMDB (Partido
Movimiento Democrático Brasilero) de Renan Calheiros, dirigido por Dilma, en
nombre del PT, que la oposición de izquierda tiene pocos votos.

La baja votación remite a temas muchos más complejos, y que exigen
diferentes niveles de análisis para ser comprendidos, pero que el marxismo
inspirado en León Trotsky caracterizó como la crisis de dirección del
proletariado. Resumiendo este concepto, que ha sido muy mal interpretado,
reposa, entre otros factores: a) la avalancha de votos que se dirigen hacia
Marina como una “mediación” que, aunque esté en alianza con la oposición de
derecha, no es percibida así por esa parcela de la juventud trabajadora que
la ve como una alternativa, incluso de izquierda; b) el estadio de inmadurez
política de esta generación de trabajadores jóvenes, un proceso en el cual
el PT, después de 12 años en el poder, tiene responsabilidades, como quedó
claro en el nuevo escándalo de Petrobras y las “relaciones peligrosas con el
PP (Partido Progresista) de Maluf, el PMDB de José Sarney, etc.; c) la falta
de confianza de los batallones más maduros de la clase trabajadora en sus
propias fuerzas, que lleva a que las propuestas de la oposición de
izquierda, aunque indispensables, aparezcan demasiado radicales, y que el
voto al PT, a pesar del reformismo, sea un mal menor; d) el fenómeno más
amplio de las ilusiones en el proceso electoral como vía indolora para la
transformación económico-social del país, lo que, evidentemente, no es
posible.

Por último, en cuarto lugar, el argumento de que los gobiernos del PT fueron
un período de resistencia al neoliberalismo es una fantasía exagerada, por
tanto, insustentable en un debate serio. En otras palabras, pensamiento
mágico. Expresión pura de deseos.

¿Resistencia al neoliberalismo? El eje central de la estrategia neoliberal
fue el trípode macroeconómico que Lula preservó de los gobiernos de Fernando
Henrique Cardoso. Las piedras de las veredas de la Avenida Paulista saben
que la política de Antonio Palocci fue un sueño de consumo de la burguesía
brasilera. Que la preservación de las metas inflacionarias, de superávit
fiscal, de cambio fluctuante, para garantizar la seguridad del rodaje de la
deuda pública en manos de los rentistas, fue la estrategia central para
blindar la gobernabilidad de los gobiernos de coalición dirigidos por el PT.
No por casualidad, el gobierno mantuvo relaciones FIESP (Federación
Industrial del Estado de San Pablo), con los banqueros, etc.

La tentativa de reducir la tasa de intereses, durante dos de los cuatro años
del mandato de Dilma, bastó para que la izquierda petista, y hasta el MST
(Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra), volviera a soñar con un
nuevo curso desarrollista, Fue solo un ensayo, rápidamente, interrumpido.

Es verdad que el crecimiento entre 2004 y 2008, con un repunte en 2010, en
un contexto de recuperación del capitalismo mundial después de la crisis de
2000/2001, favoreció una reducción del desempleo, y esta presión permitió
una recuperación del salario medio a niveles de 1990, antes de la
presidencia de Fernando Collor de Mello. ¿No hubo reformas progresivas
durante los últimos 12 años? Si, hubo. Pero muy pocas. Reformismo débil es
un concepto muy benigno de parte de André Singer. El aumento del salario
mínimo por encima de la inflación, la elevación del crédito popular con los
préstamos consignados, la expansión del programa Bolsa Familia como política
de emergencia asistencial, explican la sensación de alivio después de la
degradación en las condiciones de vida por la superinflación de los años 80
y el estancamiento de los años 90. Pero no alcanzan para definir a los
gobiernos del PT como reformistas. Porque fueron más numerosas las
contrarreformas.

Como dicen los portugueses, no importa el tamaño de la montaña, ella no
puede tapar el sol.

* Profesor del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de San
Pablo (IFSP). Integra el Consejo Editorial de la revista marxista Outubro y
es miembro del PSTU.

Referencias

1) POMAR, Valter. Ser de izquierda no es profesión de fe, ni servicios
prestados, 10/09/2014, In
http://valterpomar.blogspot.com.br/2014/09/ser-de-esquerda-nao-e-profissao-d
e-fe.html

2) ALTMAN, Breno. ¿Por qué la ultraizquierda brasilera es residual?,
11/09/2014. In https://www.facebook.com/breno.altman

3) Fonte: CBN (09/06/2014)

4) POMAR, Valter. Ellos tienen un plan C, 12/09/2014. In
http://valterpomar.blogspot.com.br/2014/09/eles-tem-um-plano-c.html
<http://valterpomar.blogspot.com.br/2014/09/eles-tem-um-plano-c.html>

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