Uruguay/ ¿Tendencia o respiro? disminución del embarazo adolescente [Betania Núñez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 25 10:26:07 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

25 de marzo 2017

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germain5 en chasque.net

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Uruguay

En 2015 y 2016 disminuyó la fecundidad adolescente

¿Tendencia o respiro?

Se podría estar gestando un cambio: en los últimos dos años, luego de
décadas de valores altos y estancados, la fecundidad adolescente empezó a
bajar. Sin embargo, persisten las desigualdades geográficas, educativas y
socioeconómicas, que luego del parto se profundizan aún más.

Betania Núñez

Brecha, 25-3-2017

http://brecha.com.uy/

La respuesta es la misma, se pregunte en la academia, las organizaciones o
el Estado: hay que tomar los datos con pinzas, esperar algunos años para ver
si la tendencia se consolida, e investigar qué razones explican que en 2015
y 2016 haya descendido la fecundidad adolescente. Desde los noventa –salvo
por la baja de un punto en 2003 y 2004 y algunas fluctuaciones menores en el
correr de las décadas– la fecundidad adolescente explicó alrededor del 16
por ciento de los nacimientos. En 2015, en cambio, se redujo al 15 por
ciento y en 2016, al 14.(1)

Pero si bien no hay nada dicho y por el momento nadie arriesga razones para
esta disminución, desde el Ministerio de Salud (MS) consideran que el hecho
no es casual. Esa cartera incluyó el tema dentro de sus 15 objetivos
sanitarios, promovió un debate con diferentes actores vinculados a la
temática y saldó una vieja discusión: para el Estado, desde 2016, se trata
de un problema que hay que enfrentar.

“Hay equipos que vienen trabajando en el tema desde hace mucho tiempo, pero
no se lo terminaba de identificar como un problema, y sí es un problema.
Dimos esa discusión y definimos que implica una clara vulneración de
derechos”, dijo a Brecha la subsecretaria de Salud, Cristina Lustemberg,
quien agregó: “No queremos la foto de la adolescente embarazada, queremos
gurisas disfrutando de la educación, sin violencia en el noviazgo, que
puedan sacarse la foto con sus hijos cuando ellas lo elijan. Queremos que
los derechos vinculados a la sexualidad y el patrón reproductivo estén en
manos de cada mujer, que no ocurra que las mujeres de sectores vulnerables
tengan una maternidad precoz ni que las de sectores medios y altos tengan
que postergarla”.

En este sentido, Wanda Cabella, antropóloga e investigadora especialista en
demografía, sostuvo que “ojalá la fecundidad adolescente siga bajando, pero
no sabemos si hay elementos coyunturales que lo expliquen y es difícil medir
si estamos ante una tendencia, aunque sería esperable que así fuera”. Para
eso deben afectarse “cuestiones profundas”, y como se trata de “cambios
sociales y culturales, no es posible medirlos de un año para otro. Por ahora
no se puede decir mucho, pero sí se puede decir que el embarazo no
intencional es muy elevado y que la tasa de fecundidad adolescente continúa
siendo alta, en comparación con lo que pasa en el resto del mundo”, planteó
Carmen Varela, socióloga e investigadora, también especialista en
demografía.

Distancias

Lo que ocultan los promedios es que “este fenómeno se da de forma mucho más
importante en algunas zonas de Montevideo y en algunos departamentos del
país”, aclaró Varela. Si se toma todo el territorio, en 2016 hubo 50,3
nacimientos cada mil adolescentes, pero si se pone el foco en cada lugar,
las distancias se tornan gráficas: en Cerro Largo los nacimientos de madres
adolescentes duplicaron los de Canelones (70,9 contra 35,8), y de norte a
sur, de este a oeste, los guarismos crecen y decrecen sin regularidades
manifiestas. Además, si se va para atrás en el tiempo, hubo mejoras pero
también retrocesos: mientras que Río Negro y Durazno lograron reducir las
cifras en 20 y 15 puntos respectivamente, otros departamentos transitaron el
camino opuesto.

“Estamos haciendo ese ejercicio de desagregar los datos porque los
departamentos de frontera tienen sus particularidades, el área metropolitana
tiene su complejidad, y luego hay otros factores, como la instalación de una
industria, que favorecen situaciones de abuso y explotación sexual. Ahora
estamos viendo por ejemplo el caso de Río Negro, para ver por qué tenía una
tasa tan alta” (fue de 85,6 en 2014), “y logró descender” (a 68,5 en 2015 y
a 55,9 en 2016), explicó Lustemberg.

Un razonamiento similar aplica para Montevideo. Ya en la publicación
“Maternidad en adolescentes y desigualdad social en Uruguay” (2) Varela y
otros investigadores sostenían que “en el caso de Montevideo, se encuentran
brechas muy importantes entre los barrios que se ubican en la costa este de
la ciudad y aquellos que se sitúan en el cinturón”. Con base en datos del
Censo Nacional de 2011, la investigación concluyó que, por ejemplo, no se
registraban nacimientos en las adolescentes de Carrasco mientras que en
Casavalle una de cada cinco era madre. Las causas son claras: el embarazo
adolescente se asocia con necesidades básicas insatisfechas, el abandono
escolar y la reproducción de patrones que mamaron en sus familias y
entornos. “El embarazo adquiriría un sentido de formalización del lugar
adulto que asumieron desde tempranas edades”, lo que “permite una salida de
la condición de madres de facto, para ocupar un lugar de madre por derecho
propio”.

Por eso Cabella se pregunta: “Si la sociedad no les da una razón para
modificar su comportamiento reproductivo, ¿por qué deberían hacerlo? El
cambio estructural viene de la educación; si se lograra que las adolescentes
se queden en el sistema educativo, las razones para no querer un embarazo
van a ser más poderosas y los métodos para evitar ese embarazo van a ser más
demandados”.

Lo que constatan numerosas investigaciones y explican los especialistas es
que luego de la maternidad vienen situaciones de mayor pobreza, además de
una reclusión territorial y doméstica. En este sentido, en “Maternidad
adolescente…” se comparó el porcentaje de jóvenes de entre 15 y 24 años que
no estudiaba ni trabajaba, y se verificó que en las madres alcanzaba 57 por
ciento, mientras que en el resto era del 9 por ciento, lo que denota un
“profundo aislamiento de los ámbitos de socialización” y una “carencia total
de ejercicio de ciudadanía”.

Cambios y permanencias

Así como no hay un único factor que explique el fenómeno del embarazo
adolescente, tampoco podría haberlo para su disminución. Sin embargo, todas
las especialistas consultadas vinculan las cifras con un mayor acceso a los
métodos anticonceptivos, como el implante subdérmico, y piensan que de esa
forma pudo captarse, en parte, a las adolescentes que no planificaron ser
madres, ya que, según el MS, en 2012 y 2013 dos tercios de las adolescentes
lo fueron sin haberlo buscado.

“Habrá que analizar el tema de los implantes, porque puede haber provocado
cambios abruptos. Pasar de los anticonceptivos orales –con los que ocurren
olvidos, en los que median las presiones– a un anticonceptivo permanente
puede provocar este efecto”, manejó, en clave de hipótesis, Varela. “Yo lo
atribuiría al mayor acceso a la anticoncepción. Hemos puesto la atención en
esta población, que antes no recibía información a su medida, y la oferta
del implante fue una buena opción para las adolescentes. El tema se movió
porque las políticas buscaron una línea de trabajo activa en relación con la
problemática, y los ministerios asumieron que es un problema de salud
pública”, opinó la partera Ana Labandera, directora de la organización
Iniciativas Sanitarias.

Si bien por el momento hay más preguntas que respuestas, la mayoría de las
especialistas son tajantes al afirmar que el acceso a la interrupción
voluntaria del embarazo no está asociado a este fenómeno, porque así lo
muestran los datos: en 2016 y para esta franja etaria hubo 14 interrupciones
menos que en 2015. Y así también lo muestran las investigaciones sobre el
tema: “Las adolescentes entrevistadas en su amplia mayoría no consideran el
aborto como una alternativa frente a un embarazo no intencional y lo
condenan moralmente”, se concluyó en “Maternidad en adolescentes…”, luego de
recoger los testimonios de madres de Casavalle y Jardines del Hipódromo.

“Por ahora estamos en pañales”, resumió Varela, que en este momento trabaja,
junto a académicos del núcleo interdisciplinario Adolescencia, Salud y
Derechos Sexuales y Reproductivos, siguiendo una nueva línea de
investigación: “Hay un alto porcentaje de adolescentes que tienen hijos pero
hay otras que están en las mismas condiciones, viviendo en los mismos
territorios, y no inician su trayectoria reproductiva en esa etapa. Entonces
miremos qué pasa, qué hace que la toma de decisiones sea diferente en esas
adolescentes”.

Notas

1) Salvo aclaración, todos los datos mencionados en esta nota corresponden
al Departamento de Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud.

2) La publicación de setiembre de 2016 es un “análisis territorial desde la
perspectiva de sus protagonistas en barrios de la periferia crítica de
Montevideo” y tuvo como coordinadoras a Varela y Alejandra López.

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La fecundidad en las niñas de 10 a 14 años

“Es maternidad forzada”

“La fecundidad de 10 a 14 años se define como precoz, pero es en realidad
una maternidad forzada”, aseguró Cristina Lustemberg, porque “el cien por
ciento es producto de violaciones y abuso sexual, lo que genera la
vulneración más flagrante de todos los derechos”. Si se toma como referencia
el año 2014 (con 169 casos) las cifras han descendido, pero se mantuvieron
estables entre 2015 y 2016 (con 122 y 123 casos respectivamente).

Sin embargo, otra vez aparecen las diferencias según el rincón del país que
se mire: mientras que en todo el país hay un caso cada mil niñas, en un
extremo están Artigas (2,6), Tacuarembó (2,4) y Salto (2,1), mientras que en
el otro aparecen Flores y Treinta y Tres (con cero).

“Esto es una emergencia. Lo identificamos como un problema de abuso sexual
cometido sobre todo por miembros de la familia o personas cercanas”, planteó
Lustemberg, y adelantó que “estamos pensando que en el abuso sexual, el
incesto debería ser un agravante”.

“Una política pública clarísima es que no puede haber niñas de 10 a 14 años
embarazadas. Ese es un indicador más crudo que el de la mortalidad infantil,
porque para las 123 niñas que quedaron embarazadas y tuvieron hijos eso
representa la muerte de su infancia”, sostuvo por su parte Wanda Cabella.
Por eso para esta especialista “la meta tiene que ser la de reducir esta
fecundidad infantil y llevarla a que prácticamente no exista”.

Hasta el momento la línea que más se ha trabajado es la de prevenir un
segundo embarazo: cuando se detecta que una adolescente fue madre se realiza
un acompañamiento y se le facilita una serie de herramientas para que pueda
evitar un segundo embarazo, que no ha planificado. Sin embargo, esta
estrategia no logra incidir en la fecundidad infantil. En este sentido,
Lustemberg consideró que “el desafío más grande que tenemos es el del primer
embarazo y en una etapa precoz de la vida, por lo que significa para el
desarrollo de la autonomía, de la inserción social y la construcción de un
proyecto de vida que no esté mediado por relaciones desiguales y de poder”.

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